Gracias por el artículo, Snickers. Está lleno de verdades. Recuerdo que nunca lo he pasado peor que cuando se murió mi perro, incluso llegué a tener mala conciencia porque sentí más su muerte que la de familiares directos, y me costó años superarla. Me llegaron a recetar antidepresivos durante unos meses, me ponía a llorar en cualquier sitio. Es algo que sólo me pasó con él. Todavía me emociono cuando lo recuerdo. No he podido volver a tener un perro desde entonces.