Iniciado por
Vitriol
Todos somos, de alguna forma u otra. Aprendemos a ser y a convivir, a relacionarnos con los demás y con ello a profundizar en nuestro propio carácter. Encontramos, por activa o por pasiva, nuestro lugar en el mundo. Nos definimos, ya sea adoptando la forma que siempre quisimos moldear o tomando otra completamente distinta; pero con la cual nos sentimos identificados.
Hay un vacío bajo mis pies, éste crece cada día. Mi lugar en el mundo es la locura o la negación personal. No sé quien soy porque sé que no soy nadie. No sé qué represento porque no siendo nadie nada puedo representar. Sólo convivo con ese abismo como si entre él y yo no hubiera diferencias, ¿significa entonces que soy ese abismo? ¿Qué diferencia real hay entre un algo y un alguien? ¿Entre mi persona y ese abismo? Siquiera soy plenamente consciente de lo que escribo, pero, ¿lo he sido alguna vez? Las palabras son un patético y desesperado intento por expresar lo inexpresable, por metaforizar lo intraducible, lo irreductible. Perdonadme este pequeño caos. Admiro aquellos que son capaces de seguir adelante porque encuentran en sus vidas aliciente bastante como para no derrumbarse. Admiro a los que luchan por hallar su propia felicidad a pesar de los contratiempos de la vida. No sé ya lo que significa todo eso.
Llevo tiempo luchando conmigo mismo, intentando no ceder. La tristeza se apodera de mi y me abraza; no puedo negar que su compañía es, en cierto modo, cálida y bienvenida. A veces la ira aflora, pero es siempre la tristeza quien se sobrepone. En esas noches en las que no puedo dormir, los espíritus ríen y lloran conmigo, con tal de que no me sienta solo. ¿Y por qué debería? Tengo a mi pareja, y la amo. De verdad la quiero. Y la admiro, también. Es de las que luchan y tiran adelante, con ilusiones y visión de futuro. En ella hay una pureza que no encuentro en mi interior, puesto que no sé quien soy y me veo empujado a la autodestrucción. Ella es también la razón por la cual sigo aquí, por temor a abandonarla y que sufra. No quiero que sufra, porque la amo. Y de no ser por esta fuerza mayor, probablemente habría desaparecido de este universo, con sus soles y sus planetas, para fundirme de nuevo en el todo y encontrar definitivamente mi sitio. Con cariño recuerdo a menudo esta frase de Nietzsche, que dice: "siempre es consolador pensar en el suicidio: de este modo se puede sobrellevar más de una mala noche". Se me escapa una sonrisa cómplice. Agradezco su sinceridad. Por otro lado, los problemas físicos tampoco ayudan. Debo confesar que a menudo hallo mi cuerpo repleto de moratones que yo mismo me causo, y que me distraen de lo que de verdad duele. A veces siento la necesidad imperiosa de aniquilarme por completo, de descargar toda la ira sobre mi cuerpo y pulverizarlo. Jamás fui yo, no soy yo. ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Por qué no me reconozco en el espejo?
Es desquiciante. La vida es un declive, nunca tuve la impresión de que fuera un ascenso. Es una caída constante hasta que dejamos de parecer y de ser. Un circo de ilusiones y artificios vacíos, que termina y se queda en nada porque nada fue. Mi corazón arde y vivo quemándome. Pensé que, una vez mayor, sabría solventar mi eterno conflicto. Me engañé, sin querer, y ahora sufro las consecuencias de mi decepción. Todos somos niños perdidos. Todos somos huérfanos.
Y sin haber dicho nada, como de costumbre, me despido... Un abrazo a todos. No sé por qué escribo esto. Perdonad el tono, la forma de narrar, las expresiones. Dejo un "poema" que escribí recientemente;
Surja la tristeza y
acompáñeme unos pasos,
demasiado lejos ando
cargando mi soledad.
Ella es cuanto quiero,
sus caricias, sus abrazos,
así asiente la cabeza
para no partir jamás.
Si alguna vez fui
o acaso supe ser capaz,
mentí.
Quedóse todo atrás y lo perdí.
Surja la tristeza y
apiádese.
Apiádese de mi.