He tenido, y tengo, varios. Con distinto cierre. Ninguno, que yo recuerde, ha sido sorteado. Cuando viajo en barco, todos los años, me fijo mucho en cómo van los bichos en sus jaulas. Hasta ahora no he vivido ninguna fuga. Eso sí, los pobres felinos, y otros perros, tienen que soportar los ladridos de los que no toleran bien el viaje. Y cuando son 15 horas de barco, son 15 horas de ladridos crónicos.