Yo de supercanija no pensaba en ello, creo que no llegué nunca a plantearme qué era lo que había en mi plato, aunque me horrorizaba, por ejemplo ir con mi familia a pescar y esa noche me negaba a cenar peces como los demás, o me resultaba escandaloso el hervir a los crustáceos vivos. Ya había una pequeña animalista en mi
Tampoco era muy carnaca, que era yo muy fina y en seguida se me hacía bola.
Luego a los 15 años vi un reportaje sobre el transporte de ganado al matadero, cómo las apaleaban y hasta les echaban pimienta en los ojos para que no se resistieran. Me sentí tremendamente culpable y fue ese día cuando tuve conciencia de que los consumidores somos responsables de los abusos que existen en el mundo. Pero no di el paso por no liarla en casa, por evitar problemas con mi familia, por corbadía en definitiva, así que me la pasé negociando "mi bistec por dos raciones de ensaladilla" y triquiñuelas así.
Lo cierto, es que dejé mi casa y aún tardé varios años en decidirme, porque estaba con mi cabeza en otros asuntos y tampoco tenía mucha información. Incluso era de las que pensaban que los vegetarianos comen pescado, y recuerdo que conocía a una que rechazó una aceituna por estar rellena de anchoa y me pareció una radical
Al poco me hice vegana.