Un análisis equivocado del capitalismo
Hay los que creen que mientras todo consumo es malo, hay algo peor en comprar productos animales. Esta creencia, fundamental en el veganismo, conlleva un análisis equivocado del capitalismo.
Mientras la democracia pinta el consumo como un tipo de elección entre varios productos-candidatos que el ciudadano puede apoyar o no—una visión que el veganismo ha tragado—el hecho es que el Capital es único. No existe una industria animal como algo apartado. Comprar cualquier cosa, desde harina de garbanzo hasta una hipoteca, alimenta todas las industrias y la acumulación de capital en general. El movimiento de capital que se provoca cuando tú pagas tu alquiler o compras gasolina para tu auto (o una nueva rueda para tu bici) pasa por el banco acreedor y de ahí se vuelve a invertir en cualquier empresa, que fácilmente podría ser una empresa de explotación animal. Tampoco importa si es una empresa con un alto margen de ganancia. Ésta sirven para generar rentabilidad sobre la inversión, pero también le sirven a los bancos para invertir en empresas que pierden dinero porque así pueden reducir sus impuestos o acumular capital fijo.
Tarde o temprano, el dinero que gastas va a pasar por la industria animal. Y si sólo nos fijamos en la industria alimenticia, será más temprano que tarde. Las frutas que compras están polinizadas por abejas que están comercialmente explotadas. La verdura que compras está, en muchos casos, abonada con estiércol animal que los agricultores compran al por mayor en las granjas-fábricas. ¿La solución vegana? La única alternativa es el abono petroquímico, producido de petróleo (que es un producto de animales que murieron hace millones de años). Ni hablar de los millones de animales matados por los tractores imprescindibles a la monocultura, por la destrucción de la selva, por el uso de químicos. La destrucción de la selva está fomentada actualmente por la cultivación de la soja, impulsada simultáneamente por el consumo de las vacas y cerdos encarcelados en las granjas-fábricas, y por el consumo de humanos que piensan que la soja constituye un alimento sano, gracias en gran parte a los vegetarianos y veganos.
Luego, encontramos el hecho de que la comida vegana está producida y vendida por las mismas empresas que también producen y venden productos animales. Compres lo que compres, el dinero se destina también a la industria animal. Los supermercados y las multinacionales que controlan casi todo el mercado alimenticio son los mismos.
Pero el veganismo, al pretender no participar de esta maraña, obvia la naturaleza y el funcionamiento del capitalismo y entrena a sus partidarios en una ignorancia escandalosa de lo que realmente es el capitalismo. Lo que consigue, al contrario, es una conciencia del capitalismo más cercana al liberalismo, es decir, al propio capitalismo.
Es peor, el veganismo se convierte fácilmente en una herramienta del capitalismo. Actualmente, el capitalismo tiene mucha necesidad de mostrarse “verde”. No tan sólo para ganar dinero, sino para evitar un conflicto cada vez más grande y para manejar y suavizar una crisis ecológica que ya ha sembrado más daño económico e inestabilidad que las luchas antisistémicas. Los mismos veganos han señalado el camino del capitalismo verde, promoviendo discursos reformistas en que se demuestra que un consumo vegano utiliza menos recursos, por ejemplo, hablando de toda la alimentación y agua que consumen las vacas y cerdos (industriales) que están enjaulados por el consumo humano. Los mismos capitalistas y estados ya están buscando una manera de reducir su “huella ecológica”, de permitir que una población mundial sostenida por las estructuras industriales siga creciendo, y el veganismo es una buena respuesta. Ya en los Estados Unidos y paises del norte de Europa, el vegetarianismo y el veganismo se han normalizado y comercializado.
Pero no se habla de la posibilidad de una confluencia entre los intereses del veganismo y del capitalismo. Incluso suelen desconocer los veganos que una reducción en el consumo de un producto puede, en un mercado capitalista, provocar el aumento del consumo total de este producto. Una posible consecuencia de una reducción del consumo es la reducción en los precios, que puede permitir que los otros consumidores consuman más. Eso es exactemente lo que pasó en los 80 en el contexto de campañas de reducción de consumo de electricidad por las ONGs ecologistas reformistas. Fomentando el uso de aparatos de alta eficiencia y la reducción del uso, contribuyeron a la reducción total de los precios de electricidad, lo cual permitió a los grandes usuarios—las empresas y las fábricas—consumir mucho más. El veganismo está repitiendo en parte una estrategia que surgió de un pensamiento reformista y procapitalista hace 30 años.
¿Este tipo de ignorancia vamos a permitir en nuestros entornos, y además disfrazado de lo más radical y coherente? ¿Exactemente qué de libertario y anticapitalista tiene el veganismo, aparte de los parches?
Una moral cristiana
Como veremos a continuación, ningún mundo sin capitalismo e industrialización sería vegano. Pero muchos veganos consiguen atar el veganismo al anarquismo haciendo equivalencia entre matar y dominar. Pero no son iguales. De hecho, matar en su fondo es un acto no autoritario, porque la autoridad necesita dominar precisamente formas de vida. Necesita condicionar, disciplinar, someter y dejar vivo. Mata sólo para educar o amedrentar a sus otros súbditos.
En occidente, el rechazo al asesinato proviene del cristianismo. El concepto de un derecho a vivir se basó originalmente en la idea de que nuestras vidas pertenecen a Dios, por lo tanto no podemos quitarlas, ni por el aborto, ni el suicidio ni la eutanasia. La Biblia justifica el asesinato de animales diciendo que Dios creó los animales para nuestro uso. Pero el veganismo sólo modifica este antropocentrismo, extendiendo el derecho a vivir sólo a los seres que más se parecen a nosotros. Las plantas y otras formas de vida se excluyen, y en muchos casos la justificación para respetar a los animales es porque tienen cerebros o sistemas nerviosos como nosotros.
En una sociedad no alienada de la naturaleza (que son las únicas condiciones que podrían producir el veganismo) es absurdo este concepto. Nadie tiene derecho a vivir. Al contrario, todos tenemos la certeza de morir. Matar es una actividad natural. Se puede hacer, como cualquier cosa, de forma respetuosa, de forma autoritaria, de forma cruel, etcétera.
Es interesante que Ted Kaczynski también critica al veganismo, porque ninguna cultura primitiva era vegana, y hace una relación entre la moral vegana y la moral cristiano, comparando el no comer carne con los ayunos de los cristianos antes de su Semana Santa.
A la alienación moral que aparta a los seres humanos de la naturaleza, el no considerarnos animales, el no permitirnos ciertas actividades porque “sabemos mejor” también hay que destruirla.