Si es un trabajo como otro cualquiera, ¿cómo es que no se considera que una prostituta de doce o catorce años sea una niña prodigio? ¿O por qué no resulta aceptable que una niña ayude o acompañe a su madre en ese trabajo tan digno como otro cualquiera, como hace la hija de la panadera cuando despacha unas barras de pan, o el hijo del agricultor que se sienta con su papá en el tractor para salir a cosechar?
El ejemplo del trasplante es muy bueno.