Pues sí, pero si lo cuestionamos todo pues saldríamos sin peinar a la calle e iríamos en pijama en el metro, que se está tan calentito. Ah, y fuera espejos.
A nadie le obligan, pero nos gusta sentirnos oprimidos por todo porque no tenemos la valentía suficiente para ser coherentes con lo que pensamos (o predicamos).