6º Congreso Vegetariano Europeo
Bussolengo, Italia, 21 - 26 de Septiembre de 1997
Consecuencias de las proteínas de la carne en el comportamiento humano
Armando D'Elia
Naturalista, farmacéutico, experto en dietética vegetariana. Presidente Honorario del Comité Científico de la AVI.
Los seres humanos utilizan grandes cantidades de animales para la comida por el valor de las proteínas de la carne.
Los efectos de estas proteínas pueden, sin ninguna duda, ser vistos en la agresividad, violencia, odio e insensibilidad moral: se puede decir, por tanto, que la carne tiene un efecto negativo en el comportamiento humano. Los vegetarianos, por otra parte, construyen las bases para una actitud de tolerancia, ternura, sociabilidad y un espíritu de compartir. Los expertos en contra del uso de las proteínas de la carne cuentan con el apoyo de la química de los neurotransmisores y de la neurobiología, dos disciplinas científicas que explican cómo estas comidas pueden causar determinados comportamientos humanos. Como resultado podemos actuar con mucha seguridad en nuestra elección de la comida, qué elegir y qué evitar. Entre otras cosas, debemos rechazar la idea de que la violencia es innata en los humanos: nadie nace agresivo o demonio, pero podemos llegar a serlo comiendo carne.
Consecuencias de las proteínas de la carne en el comportamiento humano
Las proteínas animales que aparecen en las etiquetas como ‘carne’ son del tejido muscular de vertebrados terrestres, aquellos cuyos cadáveres son utilizados por seres humanos para comida. Para ser específicos, los animales son: ganado vacuno (bueyes, búfalos, bisontes); ciervos (incluidos huevas, barbecho, renos); camellos, alces, dromedarios, cabras, ovejas; burros, caballos, liebres, conejos, erizos, hipopótamos, canguros; cerdos y jabalís salvajes. Los humanos también comen la carne de los vertebrados marinos: peces -no deberíamos olvidar que el pescado es realmente un tipo de carne– y otros animales acuáticos (ballenas, ranas). Y también hay carne de diferentes tipos de aves (pollería, patos, pavos, avestruces, varios pájaros de caza). Pero los comedores de carne también matan cruelmente y comen muchos invertebrados como: moluscos (pulpos, sepias, calamares, lapas, caracoles, ostras, mejillones, navajas y otras almejas); mariscos ( cangrejos de agua dulce, langostas europeas, langostas, gambas de la Bahía de Dublín, cangrejos, cangrejos araña); equinodermos (erizos de mar, holothurian trepangs).
Todas estas proteínas cogidas del reino animal significan una absoluta carnicería, y no solo es innecesaria y moralmente repugnante, sino también responsable de enfermedades físicas traídas por la toxemia, incluyendo además cáncer y desordenes psicológicos causados por la influencia hacia la agresión. Lo que nosotros entendemos por la palabra ‘carne’ es tejido muscular, que siempre contiene grasas saturadas, lo peor para la salud humana. Los que comen carne también comen hígado, páncreas, timo, glándulas salivares, riñones o cerebro - órganos no compuestos de tejido muscular; adicionalmente, los que comen carne comen callos que es una parte compleja del estómago de los rumiantes; también muchos tipos de salchichas, como las cocinadas enlatadas de cerdo, de cerdo picantes, bobadas, jamón, salami, salchichas de Frankfurt, pies de cerdo rellenos, etc. Y los que comen carne comen lengua o cola de bovinos, o salchicha o ternera salada seca o bacon, etc., sin dejar de mencionar caviar, salmonete o, como en China, carne de perro, asaduras o intestinos de ternera.
En resumen, una masacre terrible, un holocausto real.
Comer grandes cantidades de proteínas animales tiene un gran efecto en el comportamiento humano. Generalmente, por naturaleza, los animales carnívoros son fieros y agresivos, mientras que los no carnívoros son tranquilos y sociables. Otra cosa que puede ser vista fácilmente es la reducción gradual de la agresividad en seres humanos en cuanto cambian de una dieta que contiene grandes cantidades de carne hacia otra excluyendo comidas altas en proteínas, especialmente carne. Es también conocido que los perros, aunque son carnívoros por naturaleza, mantienen la guardia y atacan extraños con más efectividad si se les ha alimentado con grandes cantidades de carne en lugar de la ración normal. De manera similar, en tiempos de guerra, cuando los hombres tenían que tomar parte en acciones militares de alto riesgo, tenían que darles grandes raciones de carne, de manera que la carne era utilizada como una droga para el desarrollo de la agresividad, violencia e insensibilidad moral.
En la Ilíada de Homero, por ejemplo, los guerreros tenían banquetes basados en la carne entre una batalla y la siguiente. Séneca indicaba que entre los grandes comedores de carne podías encontrar tiranos, organizadores de masacres, guerras feudales y fratricidas, instigadores de asesinatos, traficantes de esclavos, mientras que los alimentados por las frutas de la tierra actuaban de manera gentil. Liebig dice cómo el oso del zoo Giesen llegó a ser extremadamente inquieto y peligroso si se le obligaba a comer carne en lugar de comida vegetal.
Podemos decir, entonces, que higiene física significa higiene mental, como J. Dalemont mantiene cuando describe la historia de la dieta humana en su trabajo "Un Manual de Higiene Mental".
El eslogan ‘carne igual a energía’ es utilizado por aquellos que quieren justificar el comer carne, porque esta sociedad, basada en la competencia, libre y desencadenada competición y escalada social, exige que llevemos un ceño fruncido agresivo que nos ayudará a triunfar en el mundo, a ganar nuestra lucha en la vida.
Estas breves referencias socio biológicas nos permiten ya exponer con seguridad que la carne tiene efectos negativos en el comportamiento humano. Podemos decir esto porque, como todo el mundo puede ver, los seres humanos están influenciados de buena manera por factores del medio ambiente, especialmente la dieta,
una verdad importante sintetizada por el gran Ludwig Feuerbach tiempo atrás en 1855, cuando dijo, ‘Der Mann ist vas er isst’. (‘Un hombre es lo que come’). Pero, más de un siglo antes, en 1728, un distinguido experto italiano, Bartolomeo Beccari (médico, farmacéutico y profesor de Química en la Universidad de Bolonia) pronunció la frase, Quid alius sumus, nisi it unde alimur? (‘¿Qué somos nosotros sino lo que comemos? ’) expresando lo mismo que Feuerbach dijo más tarde.
No fue una casualidad que estos dos grandes pensadores fueran vegetarianos. Beccari, entre otras cosas, descubrió el gluten y las isovalencias entre proteínas vegetales y animales. El hombre no es sólo un conducto alimentario que rellenar con comidas variadas, sino un ser pensante cuyo cerebro, como cualquier otra parte del cuerpo, debería nutrirse con el material necesario para su metabolismo que es repartido por el sistema sanguíneo. Y como mucha de la comida que comemos está producida por una industria alimentaria preocupada sólo por el beneficio, sin ningún respeto por nuestras necesidades dietéticas reales, podemos decir que, igual que la medicina ortodoxa está condicionada y financiada por la industria farmacéutica, lo que se entiende como ‘la ciencia de la nutrición’ está por completo en manos de la industria química alimentaria.