Los grandes olvidados en la concienciación contra el maltrato
Existe la creencia popular de que los peces tienen un cerebro tan primitivo que no sólo los hace tontos sino también incapaces de sentir dolor físico. Esta creencia ha llevado a la situación paradójica de que hay gente que no come carne porque considera que la industria cárnica maltrata injustamente los animales en el matadero-y en los sanfermines-, pero no tiene ningún inconveniente en comer pescado.

Ante la realidad de los hechos, estas personas deberían plantearse comer también carne o descartar también el pescado. La distinción moral de esta tipología entre los peces de un lado y del otro los animales terrestres, las aves y ciertos mamíferos marinos como el delfín, no tiene fundamento científico. El equipo de lum Brown, de la Universidad Macquarie en Australia, ha realizado un extenso análisis de resultados de investigaciones sobre el tema. Las conclusiones del análisis se han publicado en la revista académica Animal Cognition , editada por Springer. Lo que indican los datos revisados ​​es claro: la cognición de los peces y su percepción sensorial es por regla general similar a la de los otros animales. Esta menor preocupación hacia el maltrato de los peces en comparación con el sufrido por aves y animales terrestres quizás se debe también, como suelta Brown, a que los humanos raramente entramos en contacto con los peces en sus entornos naturales, a diferencia de lo que ocurre con los animales terrestres y hasta los pájaros.

La nueva investigación se ha centrado sobre todo en los peces con huesos. La información revisada indica con un gran consenso que estos peces son incluso mucho más inteligentes de lo que buena parte de la gente cree. Los peces tienen muy buena memoria, viven en comunidades sociales complejas donde los individuos se observan entre sí, se siguen y pueden aprender unos de otros. Esto ayuda a desarrollar tradiciones culturales estables, como la "memoria histórica", en donde se debe emigrar cuando llega la estación pertinente del año, una tradición que se puede perder si hay una mortandad excesiva de individuos ancianos, los "sabios" del cardumen o banco de peces (ver el artículo sobre esto en http://noticiasdelaciencia.com/not/10287/ ), que enseñan a los más jóvenes el camino a seguir, una enseñanza que después estos a su vez transmitirán a la siguiente generación. Los peces se pueden reconocer unos a otros, e incluso a sí mismos. Cooperan también entre ellos y muestran signos de inteligencia maquiavélica, recurriendo a conductas como la reconciliación y el restablecimiento de la cooperación cuando les conviene. Son capaces de construir estructuras bastante complejas, pueden utilizar herramientas, y utilizan los mismos métodos que de manera innata usamos los humanos para valorar cantidades. En la mayoría, los sentidos primarios de los peces son tan buenos, y en muchos casos mejores, que los de los humanos. Su comportamiento es prácticamente el mismo que el de los primates, excepto por el hecho de que los peces no tienen la habilidad de imitar.

El nivel de complejidad mental que muestran los peces es muy similar al de la mayoría de los otros vertebrados, y cada vez más hay pruebas que demuestran que pueden sentir dolor de una manera similar a como lo experimentamos los humanos. Y si bien los cerebros de los peces difieren de los de los otros vertebrados, sí tienen estructuras análogas que realizan funciones similares.

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