Caminar por una ciudad todo el día a cuatro patas, ya es duro. Ves las cosas desde demasiado abajo, se nota más el sofocante calor que desprende el asfalto y cuesta encontrar intimidad en el infinito espacio que se dispone para hacer las necesidades básicas. Pero ir recubierto de un pelaje perpetuo en esta época del año ya es una tortura. No es fácil ser perro urbano. Las grandes ciudades no se puede decir que sean ideales para la raza canina. Para unas menos que para otras. Por eso los 5 millones de canes que viven en España tienen una suerte desigual.

Las ocho de la tarde parece ser el desembarco de Normandía canino en esta época del año. Las zonas verdes de las grandes ciudades sufren esta colonización temporal más mal que bien. "Debería haber zonas delimitadas para perros, para que no se molestasen con los niños", comentaba César un vecino del barrio madrileño de Sanchinarro. "Si no vives en una zona con espacios verdes es complicado tanto para el animal como para nosotros", decía Mercedes desde un parque en Hortaleza (Madrid). Las ordenanzas municipales, correas, bozales o recogida de heces no suponen un problema para los propietarios de perros, el verdadero drama son los colectivos o individuos "antiperros".

Mónica, amiga de Mercedes de sacar al perro, revelaba que ellos se apoyan mutuamente con las personas que se quejan o les denuncian porque les molesta que los perros disfruten libremente de las zonas verdes. Y es que la proliferación de los 'campos de minas' caninos hartan y mucho a los padres que tienen hijos pequeños y comparten el espacio con los amantes de los animales. "Nosotros siempre recogemos las heces de nuestros perros", respondía César "pero no todo el mundo lo hace", concluía con la mirada baja. Y es que es complicado ver a una patrulla policial preocupándose de multar al propietario de un perro por no cumplir con sus obligaciones. No recogerlos, en Madrid, supone 300 euros de multa.

Zonas verdes aparte, las grandes ciudades españolas no se puede decir que sean muy acogedoras para con los animales. "No puedo entrar con él en ninguna parte", se quejaba Mercedes sobre la imposibilidad de montar al perro en el transporte público o entrar a una tienda o comer en un restaurante. Para colmo, la vida laboral de las ciudades suele dificultar la conciliación 'familiar'. "Sea con un animal o con un niño, es pasión por él y yo hago lo que haga falta", apostillaba César sobre el sacrificio de disfrutar de un perro en la ciudad.

El verano, añade otra dificultad más a la vida perruna, el calor. "Intentas pasear con ellos a las cuatro de la tarde y se van a una sombra y se tumban", explicaba Mónica propietaria de dos cachorros. Alba, veterinaria de la Clínica del Encinar de los Reyes (Madrid) explicaba que hay que sacarlos a primera y a última hora del día sobretodo a perros de razas braquicéfalas (bulldogs) por sus problemas respiratorios. Un golpe de calor o una inflamación de las vías aéreas pueden acabar con la vida de nuestra mascota. Tragedias aparte, los valientes que tienen perro en las ciudades tienen mucho que compartir, tanto que es raro no ver grupos de amigos de sacar al perro. César se casa este fin de semana y, ¿adivinad quienes irán a su boda?

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