Educar sin castigos ni recompensas
Pilar de la Torre, psicóloga experta en comunicación no violenta, está absolutamente convencida de ello. Imparte desde hace ocho años talleres para "acompañar" a los padres en su tarea educativa y que descubran una nueva forma de relacionarse con sus hijos sin necesidad de recurrir a las recompensas y sanciones, herramientas que, en su opinión, deterioran la relación familiar.
"Los padres están totalmente perdidos porque tenemos modelos basados en el castigo y la recompensa y nuestros hijos cada vez son más vivos y se rebelan contra ese sistema. Se encuentran, además, con mucho 'consejito' sobre cómo tienen que actuar y eso al final frustra mucho porque están siguiendo unas instrucciones y se encuentran desconectados de sí mismos. A veces los consejos orientan pero no es una ayuda suficiente", explica.
Mar Madrid, fisioterapeuta y madre de una niña de 13 años, abordaba a gritos los conflictos con su hija. "Chillaba porque a mí me habían chillado mucho de pequeña, pero me hacía sentir mal y quería cambiar esa tendencia". Comenzó hace tres años a acudir a los cursos que imparte Pilar de la Torre, actualmente en el madrileño Centro Tomillo. A ella y a otros padres que buscan mejorar la comunicación con sus hijos y que suelen llegar a sus cursos con una carga enorme de "culpabilidad" y "frustración", esta psicóloga les pide que se "paren" a pensar si saben "hacer otra cosa con lo que les está pasando que gritar o aguantarse". La gran mayoría reconoce que no sabe.
"Cuando nos centramos como padres en que nuestros hijos nos obedezcan hay herramientas que pueden funcionar: el premio, el castigo, el enfoque de los puntos o cruces. Pero...¿qué precio paga nuestra relación? Nos alejan de una relación de confianza y afecto, en la que ambas partes se sientan respetadas", explica De la Torre.
"Los niños necesitan referencias, padres que pongan límites, pero éstos se pueden poner sin necesidad de castigar", defiende con un argumento claro: si tenemos una relación de "calidad", con bases "sólidas, sensibles, abiertas, de escucha de diálogo todo fluye y es más fácil que nuestros hijos nos tengan en cuenta" y que al mismo tiempo "nos obedezcan" . "Si rebasa el límite es porque algo está pasando y lo podemos resolver de forma más eficaz". ¿Y cómo?
El primer paso en ese cambio que se propone es potenciar la escucha, la observación, frente a la impulsividad o a los juicios internos. Y en una doble dirección: hacia el interior de uno mismo, dedicarse tiempo y detenerse a analizar las necesidades que nos llevan a comportarnos o reaccionar de una determinada manera como padres -de armonía, de apoyo, de descanso, de reconocimiento- y escuchar de forma empática a nuestros hijos, sin juzgarlos y poniéndonos en su piel. Luego, cada uno debe formular su propia estrategia para cubrir esas carencias y aprender a dialogar. No hay consejos ni "unas recetas mejores que otras para gestionar lo cotidiano, cada persona y cada familia es un mundo", subraya Pilar de la Torre.
"La mayor parte de los padres observa y atiende las necesidades de los recién nacidos de una manera espontánea y natural", asegura esta psicoterapeuta, pero "luego a partir del año y medio esto se pierde porque se empiezan a proyectar exigencias sobre el niño" y son los padres los que "deciden qué necesidades tienen sus hijos sin preguntarles ni escucharles".
"No nos han enseñado a ser padres, no nos han enseñado a comunicarnos, a tener relaciones personales con profundidad y eso se aprende y luego lo practicas como si fuese un nuevo idioma", asegura.
Mar Madrid nos explica su 'plan de acción' para resolver un problema cotidiano. En su caso, que su hija detesta las matemáticas. En lugar de lidiar a gritos con su hija y que se convierta en una "trifulca", le asegura que "entiende" que para ella sea "un calvario" y que se "aburra soberanamente" pero que como es una asignatura que figura en el plan de estudios tienen que descubrir juntas alguna fórmula "para que sea lo más fácil posible".
El secreto para evitar el conflicto en base a la comunicación no violenta es que las necesidades de todos, padres e hijos, estén cubiertas. Esta madre descubrió que gritaba a su hija porque requería en su vida más "armonía y tranquilidad" y buscó fórmulas que le aportasen esa estabilidad -la meditación, un paseo- en lugar de hacer responsable a su hija de sus emociones. Sin gritos ni exigencias por medio, el vínculo, la "conexión", entre ellas se ha estrechado "muchísimo".
¿Y qué ocurre cuando no se puede satisfacer el deseo del niño? Pongamos un ejemplo: un pequeño de seis años no se quiere ir a la cama a las diez de la noche porque está jugando o viendo la tele [cambie usted esta 'batalla' cotidiana por cualquier otra]. Él quiere divertirse, pero toda la familia necesita descansar. ¿Cómo se evita el conflicto?
En muchas ocasiones es suficiente con que el niño sienta que sus necesidades "reconocidas" y que sepa que se cubrirán en otro momento. "Es un proceso relativamente simple, pero a la vez muy complicado", reconoce José, un padre de dos niños de dos y seis años que lleva descubriendo desde hace nueve meses esa nueva escala de "valores" para afrontar la paternidad. Y disfrutarla. Antes no sabía y la tensión le superaba. Atravesaba una "crisis", con un fuerte estrés laboral, y la relación con los pequeños era "espantosa". Su esposa le inscribió directamente en el curso para que aprendiera a relacionarse con su familia.
En este tiempo, relata, ha aprendido a colocarse en el "mismo plano" que sus hijos, de ser humano a ser humano, con sus respectivas necesidades y liberado de la "carga" de tener siempre que "ser un ejemplo". Sus hijos, asegura, han percibido ese "cambio interno", sobre todo el mayor, con el que mantiene ahora una "conexión" especial.
Pero no siempre los niños pueden o saben expresar lo que sienten. "Si preguntamos al niño, ¿por qué no te quieres ir a la cama?, ¿por qué has hecho esto...?, el niño no lo sabe. Esto le deja muy impotente, pero a nosotros también porque no sabemos qué está pasando. La comunicación no violenta nos da herramientas para escuchar en profundidad y comprender lo que te está pasando. Las soluciones entonces serán más eficaces. Hay que aprender a 'escuchar' más allá de las palabras". O, como le dice José a sus hijos cada miércoles, coger la "mochila" para "aprender a ser papá".
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/0...338454770.html