Nos lo pidió Miguel Hernández: “Sonreír con la alegre tristeza del olivo”. Para el poeta de Orihuela, este árbol recio y agradecido era símbolo indiscutible del pueblo español, combativo, optimista ante las adversidades, sabedor de que al final es capaz de regalarnos ese maravilloso oro verde obtenido de estériles tierras tan duras como su madera. Y seguía su verso alejandrino proponiéndonos que, por mal que nos vayan las cosas, “sonriamos, doremos la luz de cada día, en esta alegre y triste vanidad de estar vivo”.



Miguel murió en 1942 en la cárcel, triste como un olivo. 14 años después, pero ni tan triste ni tan olvidado, murió en Culla (Castellón) un olivo silvestre (Olea europaea var. sylvestris) multicentenario tiernamente admirado por sus dueños. Una fuerte helada lo mató como a tantos otros. Pero éste era diferente. Ser querido, nadie osó tocar el cadáver de ese formidable ser capaz de morir de pie, mirando de tú a tú al viento. Otros lo habrían reducido a astillas, pero no la familia Celades, decidida a preservar el cadáver en el pedregoso piedemonte de la sierra Esparraguera donde había nacido hace quizá un milenio. Así pasó medio siglo. ¿Muerto? ¿Dormido?

No os lo vais a creer, pero el árbol ha resucitado. Arturo Esteve, un excepcional fotógrafo especializado en inmortalizar olivos monumentales, lo ha confirmado. Milagrosamente, el reseco pie del acebuche ha rebrotado 50 años después de morir. Vuelve a la vida cual ave Fénix. Son apenas unas ramitas, es verdad, pero sus raíces profundas le garantizan un futuro prometedor lleno de frutos.

Y volviendo al poeta alicantino, y a esta crisis que nos mata en vida, bien está recordar de nuevo sus palabras dedicadas a esa Jaén de aceituneros que es España. Levantémonos y cambiemos la realidad asfixiadora, no vayamos a ser esclavos con todos nuestros olivares.



El milagro ha obtenido recompensa. La Asociación Española de Municipios del Olivo ha concedido a este ullastre catellonense del Alto Maestrazgo de Santa María de Montesa el Primer Premio AEMO al Mejor Olivo Monumental de España 2012. El jurado ha premiado con ello la extrema sensibilidad y perseverancia de los propietarios del árbol, la familia Celades, al conservar un olivo helado y aparentemente muerto durante más de 50 años al cabo de los cuales rebrotó, permitiendo así expresar la capacidad de supervivencia única en esta especie. De este modo se proyectan sobre el olivo valores emocionales más allá de criterios de utilidad.

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