La conexión entre el plástico y el cáncer de mama fue descubierta por primera vez en 1987 en la Tufts Medical School en Boston
científicos de investigación Dra. Ana Soto y el Dr. Carlos Sonnenschein. En medio de sus experimentos sobre el crecimiento de células cancerígenas, alteradores endocrinos químicos lixiviaron de los tubos de ensayo de plástico usados en el experimento de laboratorio del investigador, provocando una proliferación desenfrenada de las células de cáncer de mama. Sus hallazgos fueron publicados en Environmental Health Perspectives (1991) [1].

Investigadores españoles, Fátima y Nicolás Olea, probaron con latas de metal para alimentos forradas en el interior con plástico. Encontraron también que productos quimicos de la parte plastica se vertieron en el contenido en el 50% de las latas ensayadas. Los niveles de contaminación eran veinte y siete veces más que la cantidad que un equipo de Stanford reportó suficiente para hacer que las células de cáncer de mama proliferaran. Según se informa, 85% de las latas de alimentos están revestidos con plástico. Los Olea publicaron sus resultados en Environmental Health Perspectives (1995). [2]

Comentariso publicados en Environmental Health Perspectives en abril de 2010 sugieren que el PET podría producir los disruptores endocrinos de las hormonas en condiciones de uso común como las botellas de agua mineral y recomendaron la investigacion del PET usado. [3]

Estos estudios apoyan las conclusiones de que los plásticos no son buenos para nosotros - antes de 1940, el cáncer de mama era relativamente raro, hoy afecta a 1 de cada 11 mujeres. No estamos diciendo que los plásticos son los únicos responsables de este aumento, pero pensar que no contribuyen, es ya una negación irracional. Después de todo, la gravedad existía antes el de Newton plantase el manzano y el mundo era igual de redondo antes de que Colón naciera, pero la tasa de cancer era inferior antes de la aparicion de los plasticos (y de la cuadruplicacion de la poblacion humana).

Sin traducir
The connection between plastic and breast cancer was first discovered in 1987 at Tufts Medical School in Boston by
research scientists Dr. Ana Soto and Dr. Carlos Sonnenschein. In the midst of their experiments on cancer cell growth, endocrine-disrupting chemicals leached from plastic test tubes into the researcher’s laboratory experiment, causing a rampant proliferation of breast cancer cells. Their findings were published in Environmental Health Perspectives (1991)[1].
Spanish researchers, Fatima and Nicolas Olea, tested metal food cans that were lined with plastic. The cans were also found to be leaching hormone disrupting chemicals in 50% of the cans tested. The levels of contamination were twenty-seven times more than the amount a Stanford team reported was enough to make breast cancer cells proliferate. Reportedly, 85% of the food cans in the United States are lined with plastic. The Oleas reported their findings in Environmental Health Perspectives (1995).[2]
Commentary published in Environmental Health Perspectives in April 2010 suggested that PET might yield endocrine disruptors under conditions of common use and recommended research on this topic. [3]
These studies support claims that plastics are simply not good for us – prior to 1940, breast cancer was relatively rare; today it affects 1 in 11 women. We’re not saying that plastics alone are responsible for this increase, but to think that they don’t contribute to it is, we think, willful denial. After all, gravity existed before Newton’s father planted the apple tree and the world was just as round before Columbus was born, but cancer rate was lower before plastics (and before population cuadruplication).