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Tema: Animalismo (Luciano Bonfico)

  1. #1
    Liberacionista Avatar de Luchi
    Fecha de ingreso
    noviembre-2005
    Ubicación
    Buenos Aires
    Mensajes
    4

    Animalismo


    Por Luciano Bonfico


    ¿Qué misteriosa intuición de lo que es el cosmos nos ha inducido,
    desde el amanecer de nuestra juventud, a cuestionar sin tregua y a
    replantear sin darnos ni dar respiro los así llamados ´principios
    básicos de la alimentación´? ¿Qué tendencias primordiales de nuestra
    mente es la que nos ha puesto a todos nosotros, animalistas
    conscientes de nuestra misión, en camino de esta senda por la que
    transitamos a diario? ¿Qué aventuras y desventuras nos esperan, a
    cada recodo de un camino tal, si hemos de permanecer fieles a nuestra
    práctica de una alternativa nutricia cuyos pilares básicos excluyan
    matanza y tortura de animales? Estamos ciertos de transitarlo con
    determinación y dureza de ánimo. Pero también, ¿por qué razón oculta
    esos mismos planteos, para nosotros estimulantes e irrefutables, no
    ejercen influjo alguno en millones de hombres y mujeres satisfechos
    de izar día tras días hasta sus bocas, como una bandera de
    indiferencia universal, carne mutilada de animales?
    ¿Hay algo que exceda en fantasía y horror que el ver a una persona
    devorar los restos de un animal con placer y con endemoniada sed de
    sangre? Cambiemos el escenario que le rodea en ese instante; mutemos
    su elegante cocina o su living-comedor por una cueva tupida y oscura,
    imaginémoslo tosco y en cuclillas en vez de sentado y viendo la TV, y
    dígasenos si quien deglute la carne muerta de un semejante no es un
    perfecto salvaje. La tranquila apariencia de ese pacífico aposento no
    es más que el último eslabón de un extenso circuito de captura,
    tortura, matanza y carneo que lleva hasta su mesa los restos de una
    víctima inocente. Es como si una película empezara mostrando la cara
    sonriente y bonachona de alguien, sin indicarnos que su sonrisa es
    debido a la eficiencia asesina con que acaba de estrangular a una
    niña. Si el decorado del pacífico aposento de nuestro ejemplo fuese
    correlativo a los usos alimenticios de sus dueños, sus paredes
    debieran chorrear sangre y sus pisos chapotear pieles desolladas.
    ¿Por qué tanta indolencia frente a los animalicidios perpetuados por
    nuestra especie sobre las demás a lo largo de la historia?
    ¿Será acaso debido al bombardeo propagandístico que llevan a cabo las
    multimillonarias empresas cárnicas y lácteas, el cual, repetido hasta
    el hartazgo ha surtido el efecto deseado en las masas consumidoras,
    siempre ignaras y perezosas? ¿O tal vez lo que echamos de menos sea
    una educación respetuosa por la vida desde nuestra más temprana edad,
    que nos enseñe a tratar a los animales de un modo ético y afectivo al
    mismo tiempo? No es de extrañar que muchos de quienes hemos abrazado
    el principio de que comer carne es éticamente repulsivo además de
    cruel y despiadado, hallamos llegado a un grado de interrelación tal
    con los animales que nos vuelve más deseable su compañía que la de la
    mayoría de las personas.
    Pues claro está que jamás un animal nos dañará adrede y con malicia.
    Jamás veremos a un animal torturando por placer, pues la única
    especie que tortura, a la propia y a las demás, lamento
    recordárselos, es la nuestra. Los animales cuidan a sus hijos como
    los cuidaría un ser humano y cualquier animal defenderá a su hijo con
    idéntica o mayor ferocidad con la que lo haría una madre humana. Su
    capacidad de sufrimiento y sensibilidad equipara a la nuestra y nos
    supera en rubros como el concerniente a la protección de su propia
    especie, puesto que jamás incurrirían en la cantidad abrumadora de
    deslealtades hacia la propia prole en que incurrimos los humanos a
    diario a través, por ejemplo, del aborto, de la drogadicción pre-
    parto, de la intoxicación nicotínica sobre el feto o de tantos otros
    manipuleos modernos que equivalen, muchas veces, a un agazapado
    instinto suicida.
    Por lo tanto, quien decida matar y cocinar a un animal, o bien
    convertirse en cómplice de su asesinato pagando a un matarife la
    presa ya muerta para luego devorarla con las manos limpias de sangre,
    es culpable. Lo es más aún si ni siquiera está dispuesto a contemplar
    opciones alternativas de alimentación como lo son quellas compuestas
    por vegetales, granos, legrumbres y frutas. ¿Culpable de qué? Pues de
    estar causando deliberadamente un sufrimiento innecesario, estúpido,
    cruel e injustificado. Se sobreentiende que no es el caso de aquellas
    personas para quienes, en la Argentina de hoy, el próximo almuerzo es
    un albur y cosa siempre insegura; ese hermano nuestro no tiene
    computadora en su casa de zinc, conque a gatas podría enterarse de lo
    que cualquier clase media hace sólo con enchufar su PC. No me venga
    usted, que me está leyendo, con la cantinela de que no debiera
    preocuparme el sufrimiento de las vacas mientras el morador de esa
    casa con techo de zinc no tenga nada para comer, porque francamente a
    usted le importa un rábano su suerte, tan poco como le preocupa la
    del pollo de su freezer (hablo del freezer de su cocina y no de ese
    otro que en su cerebro le permite congelar cualquier imagen
    desagradable de sí mismo). El ser humano tiende a ingeniárselas para
    esgrimir argumentos justificativos que le permitan comer carne sin el
    menor remordimiento; cualquier excusa está a mano cuando de asesinar
    animales con la conciencia tranquila se trata. Según el argumento de
    la cadena alimenticia -si no el más común el más invocado por las
    personas que han transformado sus estómagos en cementerios ambulantes-
    comer carne no sería un crimen, sino algo tan natural como ver a un
    tigre que mate una garza, dando cumplimiento a su rol natural dentro
    del ecosistema y satisfacción a su instinto de supervivencia. La
    pirámide social vigente dentro del mundo animal no se resiente con
    ello, pero sufre una distorsión calamitosa cuando toda una industria
    de millones de dólares montada alrededor de criaderos y mataderos
    altera sin cesar los parámetros de la naturaleza, cosa que se
    verifica en la extinción progresiva de tantas especies y en la
    polución creciente de tantos cursos de agua sobre lo que se derraman
    toneladas de desechos animales provenientes de criaderos próximos. O
    en la deforestación de bosques y suelos utilizados para abastecer a
    la cría intensiva de ganado. ¿Cuán natural se le puede llamar al
    encierro de pollos en críaderos artificiales donde se los engorda
    inyectándoles hormonas y otras porquerías que los harán crecer en un
    breve lapso? Luego el ser humano tan gustosamente se come todo
    aquello que al pollo fue inyectado con el agregado de dolor y
    sufrimiento que aquél animal le traspasa a su alma. ¿Será, acaso, que
    aquella matanza que le permite subsistir a los depredadores dentro
    del reino animal equivale a la efectuada por la especie humana, solo
    que ésta última la realiza de un modo sofisticado y perversa? Pues
    claro está que ante la falta de alimento, cualquier humano estaría
    dispuesto a matar para comer, y no solo a los animales de otra
    especie, sino que se ha comprobado que en situaciones límites también
    ha llegado a comer carne de la suya propia. Pero el punto aquí,
    señores y señoras, es que ninguno de nosotros se encuentra en una
    situación tan extrema como para justificar los terribles correctivos
    que gustamos inferir.
    Muchos seres humanos que dicen amar a los animales llorarían a gritos
    si frente a sus ojos alguien arroja sobre brasas ardientes en la
    parrilla, a su perro, a su gato, o al hamster preferido de su
    infancia, pero sin embargo, ellos mismos son quienes luego ponen en
    la parrilla sin parpadear a una vaca, a un cerdo, a un pollo o a un
    cordero, que son animales tan inteligentes y sensibles como los otros.
    Ahora bien, déjenme destilar hasta sus corazones, como un hilo
    clorhídrico, una cuestión que pocos se hallan dispuestos a explorar
    hasta sus últimas consecuencias, si no es con la armadura de alguna
    excusa idiota sacada de la Biblia o de algún texto bachiller sobre la
    cadena alimenticia. Se trata de lo siguiente: ¿no es contradictorio
    cuidar, respetar, y amar a unos animales mientras que a otros se les
    asesina, sazona y come?
    Amamos a nuestro perro como a amaríamos a nuestro mejor amigo y luego
    vamos y nos atiborramos de los cadáveres de animales. ¡Con qué
    facilidad la veleidad humana triunfa sobre la débil voluntad!
    Marionetas de carne es lo que somos, marionetas que no nos atrevemos
    a sospechar siquiera que se pueda vivir sin hacer sufrir, sin
    castigar, sin matar y sin torturar, como si una vocación siniestra
    por inferir dolor nos arrastrara sin remedio a profundidades
    insondables de crueldad.
    Somos dóciles títeres atados a los mandatos de nuestros vicios,
    indiferentes al daño ajeno siempre que se trata de halagar nuestros
    gustos. ¿Hasta cuándo?

    Luciano Bonfico - http://vegano.cjb.net

  2. #2
    Absorviendo conocimiento Avatar de Muntsynature
    Fecha de ingreso
    junio-2007
    Ubicación
    En Barcelona
    Mensajes
    20

    Wink Realmente impresionante


    Me has dejado muy impresionada!
    De verdad...es absolutamente genial este texto y espero y deseo que lo hayan leido todos los de este foro puesto que es impresionante de verdad...lo encuentro muy completo y con una convicción mu fuerte. Me encanta!

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