El desafío del Nobel para Al Gore


Patrick Michaels, climatólogo

Al Gore finalmente ganó el premio Nobel, al igual que la pequeña proverbial nuez que evolucionó hasta convertirse en un roble gigante. Ahora sólo podemos esperar que se lance como candidato a presidente, un puesto que, dada la historia reciente, seguramente lo merece.

¿Dónde más sino quizás a través del Protocolo de Kyoto sobre calentamiento global, el cual Gore negoció, se puede lograr tan poco gastando mucho? Pero para llegar ahí, o por lo menos para ser nominado, Al Gore tendría que hacer algo que hasta el momento ha evitado diligentemente: debatir.

La regla que Al Gore ha utilizado para salir en televisión es clara; no puede haber cuestionamientos. La última vez que fue candidato a presidente en el 2000, tuvo éxito contra George Bush, un peso liviano en el tema de calentamiento global. En esta ocasión hay debate de verdad.

Esto sucede porque Al Gore representa un partido que ha perdido la cordura en lo que concierne el cambio climático y que ha elaborado la legislación más ridícula de la historia, la cual, espera un veto de Bush y una firma de Al Gore.

Lo cierto es que Gore ha evitado cada oportunidad de mantener un debate razonado con algún científico experto en el calentamiento global que no sea de su elección. El Heartland Institute, un centro de estudios en Chicago, ha gastado más de un millón de dólares en anuncios colocados en el Wall Street Journal y el New York Times, suplicándole a Al Gore que acepte debatir. No lo han logrado. En un lugar menos público, mi propio Cato Institute mandó una serie de cartas invitándolo a compartir nuestro auditorio en la Avenida Massachusetts en Washington, para mantener una discusión razonada con nuestros expertos. Una vez más, no recibimos respuesta.

Aquí está el problema: si cualquier oposición fuera tan fácil de vencer, Gore disfrutaría la oportunidad. Obviamente existe un argumento sustantivo y convincente que él no puede atacar. En esencia, este es que Al Gore ha abandonado la corriente científica dominante en el calentamiento global, aún cuando esa comunidad puede estar influenciada por el financiamiento que enfatiza los aspectos negativos.

Por ejemplo, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (del cual soy miembro y Gore no) predice un ascenso del nivel del mar de 13 pulgadas para el año 2100. El libro y la película de Al Gore contienen un montaje sin fecha que muestra a la Florida hundiéndose bajo las olas, algo que sólo podría suceder con 13 pies o más.

¿Cómo es posible alcanzar tal desconexión de la realidad científica?

Al Gore sólo tiene un científico, James Hansen de la NASA, susurrándole en el oído que el nivel del mar podría subir mucho más en los próximos 92 años, conforme el hielo de Groenlandia se derrite a consecuencia del cambio climático.

Ningún otro científico está dispuesto a arriesgarse, pues ese argumento simplemente no está respaldado por la historia climática observada en Groenlandia desde el fin de la última era glaciar. Durante la mayor parte de seis milenios, concluyendo hace 3.000 años, estuvo más caliente, y aún así, el hielo permaneció pegado como una goma. La respuesta asombrosa de Hansen, que usted puede leer en su blog, documentado en www.realclimate.org (no es exactamente un diario científico) es que otros científicos no están de acuerdo con él porque sufren de lo que él llama la "reticencia científica". En otras palabras, todos sus colegas son unos cobardes porque no están de acuerdo con él.

¿Y qué hay del otro polo? Cada modelo computarizado mencionado por las Naciones Unidas muestra que en este siglo, la Antártida ha recibido más hielo porque el calentamiento provoca mayor precipitación que cae en forma de nieve. ¿Le gustaría a Al Gore que eso se hiciera público? ¿O qué tal el hecho de que Antártida acaba de establecer el récord máximo de la extensión de mar/hielo con una medición vía satélite?

El mundo sólo puede esperar que el premio Nobel empuje a Al Gore a postularse de nuevo para la presidencia. Él recibió este premio por su locura con respecto al clima. Ahora él puede defender el premio Nobel debatiendo solamente con aquellos que son fáciles de derrotar.