A mí siempre me ha parecido un tongo. Jugué con unos amigos siendo un crío, queríamos hablar con el abuelo de uno de ellos, que había muerto hace poco. En un primer momento nos respondió un señor muy seco, nos preguntó el motivo para despertarle y nos pidió que para ello señalaramos el número uno si teníamos algún problema de comunicación, el dos si lo que queríamos era un tablero nuevo o bien el tres si queríamos hablar con alguna persona. Como el tablero estaba bien y la comunicación era correcta, pues señalamos el tres.
En el momento en que el vaso se movió sobre el número tres aquel señor tan seco nos pidió que esperásemos un momento y, no sabemos cómo, empezó a sonar una canción de Alejandro Sanz. Después de dos minutos aquel señor tan seco nos pidió de nuevo que esperásemos y aseguró que en ese momento ningún espíritu podía hablar con nosotros. Apenas cinco segundos después se cortó la música y otro señor mucho más amable nos preguntó si podía ayudarnos, a lo que respondimos que sí. Le dijimos que queríamos hablar con el abuelo de uno de los presentes, que había muerto hacía poco. El señor mucho más amable quiso saber si jugábamos con un vaso o con una moneda y nos aclaró que si jugábamos con un vaso tendríamos que subir a la azotea para poder contactar con él. Nosotros no entendimos cómo pudimos haber hablado con aquel señor tan seco y con él y, sin embargo, no poder hablar con el abuelo de nuestro amigo, que había muerto hace poco. Como no entendíamos lo que estaba pasando nos frustramos y así se lo hicimos saber al señor mucho más amable, quien nos aseguró que no podía hacer nada más por nosotros y otra vez nos pidió que esperáramos un momento. Seguíamos sin saber cómo, pero de nuevo se escuchó la misma canción de Alejandro Sanz.
Un minuto después contactamos con un señora muchísimo más simpática que aquel señor que a su vez era mucho más amable que aquel otro señor tan seco del principio, y nos preguntó qué queríamos. El juego había perdido bastante gracia, pero seguíamos emperrados en hablar con el abuelo recientemente fallecido de nuestro amigo. Aquella señora muchísimo más simpática dijo tener en cuenta el problema por el cual nos remitieron a hablar con ella, pero nosotros sabíamos que en realidad no escuchaba en cuanto quiso saber cuántos tableros teníamos. De nuevo no entendimos nada, pero finalmente y tras cuarenta minutos nos convenció de que nos compráramos un tablero nuevo cada uno, y eso es lo que hicimos a la mañana siguiente.
Por eso y desde entonces siempre me ha parecido un tongo, y por eso el niño que movió el vaso aquella noche ahora trabaja en Vodafone. Lo que sí que resulta extraño y nunca conseguimos explicarnos es desde dónde diablos sonaba la canción de Alejandro Sanz.