"Los jóvenes le suplicaban, él disparaba"
No doblegarse, mantenerse unidos, evitar el miedo. Es pronto para saber si las consignas del Gobierno noruego calarán entre los ciudadanos. Demasiado viva estaba ayer la sacudida por los 92 muertos. Además, según la televisión noruega, 18 personas heridas en Oslo y Utoya están en situación "crítica". El país amaneció con el horror de los jóvenes que habían sido asesinados a sangre fría en un campamento de verano en la isla de Utoya. Tras el bombazo que mató a siete personas en el centro de Oslo y después de las primeras noticias de que la inusitada masacre había sido perpetrada por un noruego, las informaciones sumieron en la estupefacción al país escandinavo: el ultraderechista Anders Behring Breivik detonó la bomba de Oslo para asesinar conciudadanos y atacar al Gobierno, pero sobre todo como maniobra de distracción para ejecutar al mayor número posible de los 700 adolescentes convocados a Utoya por el Partido Laborista. Primero les reunió -"acercaros tengo información importante", les dijo- y luego tuvo 90 minutos para recrearse en la matanza. "Este es vuestro último día, os voy a matar a todos, hijos del diablo", gritó.
"Los mataba como a perros", contaba temblando Edvard Fornes, de 16 años, uno de los supervivientes de la masacre, que se encontraba ayer acogido junto con otros en Sundvollen, el pueblo situado frente a la isla del horror.
La cara del muchacho al explicar el espanto del que fue testigo se corresponde bien con el aparente estado de Noruega. Con los brazos caídos, la actitud cortés y la mirada hundida tras unos párpados a media asta, que apenas expresaban otra cosa que absoluto pasmo, Edvard Fornes fue explicando en un excelente inglés cómo sobrevivió a la matanza de sus 85 compañeros de acampada. El chico no vio más que a un pistolero y no le cabe duda de que el tipo que le apuntó con un rifle es el mismo cuya foto ha publicado la policía: Anders Behring Breivik. "Solo que ahora lleva el pelo mucho más corto", comentó.
Edvard salvó su vida cruzando a nado los 700 metros que separan Utoya de tierra firme. Pese a su complexión atlética, puede decirse que tuvo suerte, porque el agua está muy fría y el asesino siguió disparando sobre los muchachos que huían a nado.
- ¿Cuántos amigos perdió en la matanza?
- Todavía no los he contado.
Fornes acompaña esta respuesta de un gesto estoico. Puede que vaya a ser el primer paso de la ingente labor que tiene por delante para digerir el horror vivido. Una labor más complicada aun de la que aguarda a sus conciudadanos de la pacífica Noruega que no vieron la masacre con sus propios ojos.
El pistolero fue detenido el mismo viernes. Según Sveinung Sponheim, segundo jefe de la policía de Oslo, Breivik, de 32 años, confesó ayer que había estado en Utoya y que había disparado. Su abogado, Geir Lippestad, declaró en varios medios noruegos, que su cliente creía que sus acciones eran "atroces" pero "necesarias".
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