Gracias, Cotorra.
Mi pero murió en mi casa, en su camita, mientras yo le hablaba y le acariciaba. Vino la veterinaria.
Mi gato murió en la consulta. Era el 24 de diciembre y, cuando el cáncer dio la cara, no hubo nada que hacer. Sus últimas analíticas no hicieron sospecharlo. Me dejaron despedirme de él y murió en mis brazos.
Son las dos decisiones más difíciles que he tomado en mi vida y sé que tendré que pasar por ello una y otra vez.