Mi último perro, un bodeguero que tiene un año y poco, fue adoptado con 5 meses.
Un chico le regaló un cachorro de bodeguero de dos meses a su abuela (mi vecina) de 84 años, que vive en un 3º sin ascensor y apenas baja a la calle, para que le hiciera compañía en los largos días que pasa sola.
De los 2 a los 3 meses, el perro vivió encerrado en la casa.
De los 3 a los 5 meses, cuando estuvo vacunado, yo le saqué a la calle todas las tardes. Nunca salió a la calle ni con su dueña, ni con la hija de su dueña que vive con ella, ni con el nieto de la dueña. Ni siquiera para comprarle la comida, ni para llevarle al veterinario. Todo lo hice yo.
Con 5 meses, y tras haber caído la señora varias veces por los pises del perro, le conderaron a vivir encima de una encimera de 1 m2. Hasta que, al decirme que se lo iban a vender a un señor (cazador, intuyo) se lo pedí y al final me lo cedieron.
Ahora, mi bodeguero diabético vive sin un futuro incierto, feliz, con ejercicio y durmiendo en mi cama.
La gente creo que es muy inconsciente. No sólo porque no van a vivir lo mismo que el perro, sino porque el cachorro no tiene la calidad de vida que debería al no poder realizar el ejercicio que necesita.