Las eléctricas se sienten fuertes contra un Gobierno tan débil que no se puede permitir más revueltas sociales.
Porque, en el fondo, lo que subyace a todo esto es la misma historia de siempre: un sector minero y energético empobrecido, atrasado y poco competitivo que, por aquello de la cohesión social, debe recibir ayudas públicas para subsistir.
Los cambios de los sistemas productivos nunca pueden ser bruscos: hay que buscar soluciones graduales para la reocupación, por ejemplo, de los empleados del sector energético tradicional que se van quedando sin trabajo a medida que ganan peso las renovables.
Pero, con el Gobierno en tal situación de debilidad, estas medidas van en el sentido opuesto del deseado: en lugar de limitar poco a poco, con cabeza, las energías sucias, se fortalecen.
¡Salud!