Bueno, yo sí creo que es una ciencia. La ciencia de la reducción al absurdo y de la desconfianza absoluta en el ser humano. Pero una ciencia al fin y al cabo.
De todas formas, aquí el experto en consideraciones filosóficas eres tú.
Sí, claro. Es lo que te decía antes: Alemania apenas está sufriendo la crisis gracias a tres cuestiones esenciales:
- Su entramado industrial está más que consolidado. Alemania es la locomotora de Europa, y no sólo por el peso de su PIB en la Unión.
- Controla el BCE, que sirve sus intereses antes que los del resto de la Unión Monetaria.
- El mercado único favorece enormemente a su mercado exterior, a sus exportaciones.
... Pero, como te decía antes, en una Europa fragmentada, de nuevo con aranceles, el sector exterior alemán sufriría para colocar sus productos, máxime con un marco fuerte y unas monedas periféricas débiles.
Sí y no.
Las deudas soberanas de los Estados periféricos del euro son muy diferentes. La italiana dobla a la española, pero los inversores consideran que el riesgo-país italiano es sólo ligeramente superior al español.
La cuestión es que todos los medios nos cuentan que la economía española estaba pagando hace unos días unos intereses del 7% por su financión. Ojo: hablamos siempre del sector público. Lo que no nos cuentan es que en los noventa era común que España se financiara a ese coste. ¿Cuál es la diferencia entonces? Que ahora no contamos con un Banco Central propio para imprimir billetes a cascoporro cuando necesitemos urgentemente pagar esa deuda. Y como no contamos con ese banco (porque el BCE dice no estar capacitado para hacer tal cosa), pues los inversores no nos consideran fiables.
En cualquier caso, todo el mundo sabe que el BCE va a frenar esto. De hecho, lo está frenando... con cuentagotas. La crisis de deuda pública es importante, pero la verdadera crisis de deuda española es la privada: la catástrofe inmobiliaria que provoca unos pasivos terribles en nuestros bancos (tienen pisos y no sabe qué hacer con ellos) e impide que se levante el consumo (si estoy hipotecado hasta las cejas, qué productos de consumo voy a comprar). Para colmo, el credo neoliberal refrena la única salida: los incentivos públicos al crecimiento. Si el sector público tampoco puede acelerar nuestra economía, estamos abocados a dos décadas de crecimiento bajo y altísimos niveles de paro.
Ése es el futuro que nos espera a los españoles. No es coña.
Ejerzo de abogado del diablo: si no la asume el Estado, ¿quién ha de asumirla? El problema es que los bancos tienen la sartén por el mango. Si tú eres inversor, esperas que te devuelvan tu dinero. De lo contrario, no invertirás en ese país.
... Y si los inversores ven que los bancos no recuperan el dinero que han prestado, jamás invertirán en ese país.
... Y el país quebrará.
Hasta que siga existiendo existiendo el dinero tal y como lo entendemos hoy. Hasta que sigan existiendo los Estados tal y como los entendemos hoy. Mientras la banca siga siendo pública y mientras los que mandan sigan siendo los dueños del dinero... de los que dependen los Estados.
No, no, qué va: el oro se revaloriza (y lo ha hecho muchísimo en los últimos tiempos) como valor refugio de los inversores.
Yo estoy más expectante que acojonado.
Es como si estuviéramos asistiendo a una época sorprendente sin enterarnos, a un brutal cambio de la historia, que cada vez va más rápido.
Voy a hacer de oráculo: aquí no va a pasar nada, más allá de que viviremos peor, de que el ideal ilustrado del progreso constante de la humanidad se revelará por fin equivocado.
Nos recortarán infinidad de derechos y todo continuará más o menos igual durante un par de décadas de bajísimo crecimiento económico. Y los ciudadanos españoles seguiremos tan anestesiados que tragaremos, lo haremos mientras vivamos en la cara amable del mundo, salvando nuestros ahorros porque, total, tenemos miedo de acabar como los que están peor.
Hoy mismo Rajoy ha dicho que no descarta subir los impuestos. Eso resulta grosero viniendo de él, de un tipo que se ha llenado la boca durante ocho años mintiendo a la gente con la falsedad de que con menos impuestos el Estado recauda más. ¡Eso sólo es posible con altas tasas de crecimiento!
Es todo una enorme farsa. Pero la farsa nos la fabricamos nosotros.
¡Salud!