Lo siento muchísimo, pero la vida a veces es así.
Sin ir muy lejos, el 6 de Marzo pasado, se fue de este mundo mi queridísimo Alejo. Cualquiera pensaría que el amor que aún le guardo fue fruto de años de convivencia, pero la verdad es que el día que murió, cumplía exactamente tres semanas viviendo conmigo.
Un Domingo, después de una noche más que tormentosa, caminando con mi hermana menor camino a la casa de otra de mis hermanas, junto a un árbol descubrí un bulto gris de pelo. "Pobre, un gato muerto", pensé, y me acerqué con curiosa morbosidad para ver si el gato era de por ahí y si me era posible encontrar al dueño para avisarle de lo sucedido. No fue pequeña mi sorpresa cuando vi que el bulto tenía un ligero movimiento. Un respirar dificultoso y con mucho ruido por la obstrucción de la flema y los mocos. Ya con lágrimas en los ojos me tiré al suelo a verlo. Nunca lo había visto en mi vida, así que de mi barrio no era. Quién sabe cuánto habría caminado, cuánto habría sufrido hasta llegar ahí! La mandé corriendo a mi hermanita a casa a que me buscara algo en qué transportarlo, y mientras esperaba le empecé a hablar bajito. Tardó varios minuto en reaccionar, pero cuando despertó se arrastró como pudo hasta mí y, ronroneando apoyó su cabeza en mis piernas. Empecé a llorar como un bebé junto al gato, pensando que enseguida iba a morir.
Mi hermana llegó, y lo llevamos al veterinario, donde nos atendieron perfectamente y no nos cobraron ni un solo centavo.El problema era dónde se quedaría, porque en la calle no podía estar. Cuando volvimos a casa mi padre no pensaba abrirnos la puerta. Fue cuestión de que le viera la cara y dijera: "Sólo hasta mañana" para que Alejo se quedara hasta su último minuto con nosotros.
Alejo tenía queratitis en los ojos, un golpe horrible en la cara, sarna, cáncer, enfermedad poliquística renal, una condición estomacal, estaba desnutrido y tenía moco en la nariz, boca y ojos, además de algunas pulgas.Tal era el estado, que los veterinarios no le buscaron inmuno ni leucemia, porque ya no había mucho más por qué luchar.
Tuvimos que tratarlo con antibióticos, suero, corticoides y vitaminas durante cada uno de los 21 días que vivió con nosotros.Odiaba ir al veterinario, pero se le notaba agradecido cada vez que llegaba a casa y podía caminar por algunas horas.
Él no quería estar solo. Me dijeron más de una vez que lo durmiese y terminara con sus sufrimiento, pero yo sabía que no tenía derecho a quitarle su vida cuando lo miraba a esos ojos tan opacos y maltratados por la enfermedad porque con su actitud me mostraba que quería vivir aunque fuera un poco más. En las dos primeras semanas mejoró considerablemente.Su último viernes, tuvo una convulsión.Lo llevamos al veterinario y nos dijeron que sus riñones habían crecido considerablemente. El sábado a la noche, tuvo otra convulsión de la que nunca despertó del todo, y finalmente a las 00:48 murió en mis brazos, entre besos y caricias.
Y yo quedé marcada de por vida.
Y ahora, volviendo a tu caso, que es lo que te concierne, te ruego que no lo duermas. Él debe estar sintiéndose feliz como nunca la vida, y no sería justo acortarle el poco tiempo que le queda. Los animales, a diferencia de nosotros, saben perfectamente cuándo quieren morir, y no dudes que si él no hubiera visto algo bueno en ustedes, nunca hubiera llegado en ese estado a su puerta. Los animales son infinitamente más sabios que nosotros.
Te mando un fuerte abrazo, y espero que te sea leve. Dale por favor todo el amor que puedas a Garfield,que es lo único que de verdad necesita en este momento.