Allá van unas cuantas confesiones, ordenadas cronológicamente:
Cuando tenía unos 4 años, jugando con una cuchara de plástico en la playa, cogí arena con ella y vi que un niño de un año más o menos que se había puesto a mi lado abría la boca (instinto al ver la cuchara llena, por supuesto). Me vi en la obligación de darle una cucharada de arena. Se quedó con la boca abierta llena de tierra, su madre le dijo: ¡Caca, caca! y yo me hice el longui
Un par de años más tarde, estábamos en un apartamento en Torrevieja. Mi hermana y yo subimos a la azotea y vimos una puerta cerrada con un candado. Nos asomamos y vimos juguetes por una rendija (era un trastero). Cogimos carrerilla los dos a la vez, echamos la puerta abajo y cogimos lo que nos dio la gana. En casa dijimos que nos lo habían regalado unos niños
En mi barrio, le quitamos alguna vez la gasofa a alguna Vespino para hacer fogatas en los parques.
En el descampado de enfrente se ponían los gitanos con las atracciones. Nosotros les echábamos petardos por la rendija de la puerta trasera de la taquilla y salían corriendo detrás de nosotros, pero nos metíamos en el portal
Otra vez pegué el cambiazo. Tenía la rueda de mi bici ya sin rodamientos y me encontré una que estaba nueva en el garaje, así que cogí su rueda y puse la mía en su lugar. Me pillaron a los días y me cayó una bronca de campeonato.