Leyendo vuestros mensajes, y viendo esas fotos tan bonicas, me han entrado unas ganas irresistibles de volver a tener en casa un agapornis. Lo tuvimos hace muchos años, en una jaula que casi nunca estaba cerrada, y era un verdadero amor. Un pillo, eso sí, pero encantador (me rompió todas las anillas de los estores). Era un escapista de cuidado, aprendió a abrir la puerta de la jaula, y a tejer con cuerdas. Iba a menudo en el hombro de mi hija, que le adoraba. Un mal día en que sacamos la jaula al patio, cuando fuimos a cambiar el comedero, se escapó. Fue angustioso ir persiguiéndole, hasta que le perdimos la pista. Empapelamos la zona con carteles, pero no llegó a aparecer aunque recibimos alguna pista. A mi hija le costó mucho recuperarse... en el colegio, si había que dibujar un animal, ella dibujaba a su "María". Si había que hacer una redacción, volvía a ser sobre María. Siempre soñando con María.
¡Quiero un agapornis yaaaa!