¡Cuánta fuerza en este poema!
Leyéndote y sintiendo tu poema sobre el niño interior, muerto y resucitado -el poema es su grito-, he dado con esta cita que nos anima a su sanación:
"Si escuchamos al niño que tenemos en el alma, nuestros ojos volverán a brillar.
Si no perdemos el contacto con ese niño, no perderemos el contacto con la vida..."
Paulo Coelho
Última edición por Aljandar; 23-may-2012 a las 20:50
¿Conocéis a José Ángel Buesa?
Poema del Renunciamiento
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar,
fingiré una sonrisa como un dulce contraste
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.
Soñaré con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar,
soñaré con tus labios desesperadamente,
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.
Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.
Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.
Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
—el tormento infinito que te debo ocultar—,
te diré sonriente: «No es nada... ha sido el viento».
Me enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
"Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis." Michel Eyquem de Montaigne
«¿Quién hace estos cambios?
Disparo una flecha a la derecha,
cae a la izquierda.
Cabalgo tras de un venado y me encuentro
perseguido por un cerdo.
Conspiro para conseguir lo que quiero
y termino en la cárcel.
Cavo fosas para atrapar a otros
y me caigo en ellas.
Debo sospechar
de lo que quiero».
Rumi.
SE EQUIVOCÓ LA PALOMA
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas eran rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
Rafael Alberti,
Yo voy soñando caminos...
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
Antonio Machado
Última edición por Aljandar; 27-may-2012 a las 21:13
Aunque en soberbias olas se revuelva
El mar, y conmovida en sus cimientos
Gima la tierra, y los contrarios vientos
Talen la cumbre en la robusta selva;
Aunque la ciega confusion envuelva
En discordia mortal los elementos,
Y con nuevas señales y portentos
La máquina estrellada se disuelva,
No desfallece ni se ve oprimido
Del varon justo el ánimo constante,
Que su mal como ajeno considera;
Y en la mayor adversidad sufrido,
La airada suerte con igual semblante
Mira seguro y alentado espera.
Juan de Arguijo
Vive y deja vivir.
Yo vi del rojo sol la luz serena
Turbarse, y que en un punto desparece
Su alegre faz, y en torno se oscurece
El cielo con tiniebla de horror llena.
El austro proceloso airado suena,
Crece su furia, y la tormenta crece,
Y en los hombres de Atlante se estremece
El algo olimpo y con espanto truena;
Mas luego vi romperse el negro velo
Deshecho en agua, y á su luz primera
Restituirse alegre el claro dia,
Y de nuevo esplendor ornado el cielo
Miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
Igual mudanza á la fortuna mia?
Juan de Arguijo
Vive y deja vivir.
Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;
Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;
Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.
¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?
Juan de Arguijo
Vive y deja vivir.
Volved, alegres sueños,
que de mi edad primera
las gratas ilusiones
besabais con amor.
¿Por qué sin vuestro encanto,
en mi desdicha fiera,
ensueños dolorosos
me asaltan con horror?
¿Por qué la paz tranquila
de mi tranquilo pecho
cual disipada niebla
huyó de mí fugaz?
¿Por qué desde que gimo
en triste amor deshecho
no hay para mí ventura
ni hay para mí alma paz?
¡Oh! ¡Nunca por mi daño
tus límites pisara,
infierno de la vida,
inquieta juventud!
Y antes que mi inocencia
veloz se disipara,
durmiera yo en la tumba
con eterna quietud.
Volad, mis pensamientos,
en alas de la mente,
y mis recuerdos vagos
de Elisa Acariciad.
Y como luz hermosa
del ampo refulgente
mostradme los hechizos
de su infeliz beldad.
Aquel amor sin celos,
sin penas ni amargura,
aquel afan sencillo
del blando corazón.
Todo era en ella dulce,
perfecta su hermosura,
sus ojos apacibles,
tranquila su pasión.
Pero murió, y yo ciego,
en tempestad violenta
maldigo ya la ida
sin mi perdido bien.
Y en procelosa noche
la bárbara tormenta
con honda furia estalla
sobre mi helada sien.
¿Por qué ¡oh verdad!, rasgaste
los misteriosos velos
de aquellas ilusiones
de plácida ficción?
Mentidos paraísos
y nacarados cielos,
¿era mentira y humo
vuestra feliz mansión?
Aquellas esperanzas
que el alma concebía
al penetrar el mundo
por el fatal dintel,
todo desvanecido
con el dolor de un día,
irrita los tormentos
de mi pasión cruel.
El corazón gastado
de dulces sensaciones,
sus férvidas tormentas
se goza en arrostrar.
Y para más congoja,
mis blandas ilusiones
la realidad horrible
se afana en desgarrar.
Huyéronse livianas
las nubes vaporosas
que el claro sol cubría
de purpurado tul.
Y ya negras tinieblas
de sombras temerosas
del limpio cielo empañan
en trasparente azul
Y pasa un día y otro,
y sin cesar me pierdo
por la gastada senda
de lo que ya no es.
Y voy, arrebatado
en su inmortal recuerdo,
sus huellas deliciosas
borrando con mis pies
Sin porvenir, sin gloria
deseperado gimo,
esclavo de la vida
en la prisón servil
Mis días se resbalan,
y solo y sin arrimo,
la muerte pido al cielo
con ansiedad febril
¡Adios recuerdos tristes
de mi fugaz ventura;
adios, afán sencillo
del blando corazón!
Perdílo todo a un tiempo;
su cándida hermosusra,
sus ojos apacibles,
su tímida pasión.
Murió, murió, y sin calma,
en tempestad violenta
maldigo ya la vida
sin mi perdido bien.
Y en procelosa noche,
la bárbara tormenta
con honda furia estalla
sobre mi hela sien.
Antonio García Gutiérrez
Vive y deja vivir.