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jueves 9 de diciembre de 2010
Oscar Horta: "No existe ningún argumento que justifique las posiciones especistas"
Oscar Horta trabaja actualmente en el departamento de filosofía de la universidad de Rutgers, Nueva Jersey, como investigador de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, y fue profesor en la universidad de Santiago de Compostela. Es autor de distintos trabajos sobre ética animal y del blog Más allá de la especie, donde se define como activista "antiespecista". Oscar ha respondido a estas 5 preguntas que le envié. Además, nos ha proporcionado una bibliografía mínima para orientarnos en este tema.
1. Usted ha descrito (1) cómo las escuelas más influyentes de la ética contemporánea (no sólo utilitaristas, sino también kantianos, contractualistas, aristotélicos e igualitaristas) están tomándose en serio la posibilidad de reconocer una ética no antropocéntrica. ¿Se puede estudiar y enseñar ética hoy en día sin tener en cuenta los animales no humanos? ¿Ha variado mucho en los últimos tiempos la percepción de este asunto en la universidad española, y en general en nuestros ámbitos educativos?
En relación a la cuestión de si se puede estudiar y enseñar ética sin tener en cuenta los animales no humanos, la respuesta es que, por poder, se puede; lo que sucede es que ello implica hacerlo de forma inadecuada. El motivo no es únicamente que desde las teorías éticas mayormente asumidas en la actualidad se haya comenzado a considerar la cuestión en las últimas décadas. Es también que, como han mostrado los distintos autores que han venido escribiendo sobre el tema, desde un punto de vista especista no es posible defender de forma consistente lo que estas teorías verdaderamente implican.
Con respecto a la segunda pregunta, pues la respuesta es que sí. En la universidad española se ha visto una evolución clarísima en los últimos años. Recuerdo que cuando yo entré de alumno el tema era visto como una extravagancia rayana con lo ridículo. Hoy esa actitud continúa presente, pero en modo menor. Ahora hay ya un cierto número de docentes tratando esta cuestión. Seguramente la mayoría no asuman posiciones antiespecistas, pero ello no impide que en sus clases los y las estudiantes den en clase los argumentos contra el especismo, independientemente de que sus profesores y profesoras los suscriban o no. Y en las próximas décadas todo apunta a que esta tendencia continuará (tal y como lo ha hecho en las universidades de otras partes del mundo). Y algo semejante puede decirse de otros ámbitos educativos. Conforme hay más educadores y educadoras de medias, e incluso de primaria, concienciados con esta cuestión, la introducción de este tema se va dando, de modo paulatino. Esto es el reflejo de lo que ocurre en la sociedad a nivel general, ahora bien, hay que decir el ámbito educativo está siendo uno de los motores de cambio.
2. El surgimiento de la llamada “civilización” humana está asociado con la agricultura y la domesticación de animales. Mucho antes, vivíamos como cazadores y recolectores, y hay evidencias de que nuestros antecesores eran carnívoros organizados hace 3.4 millones de años (2). Se sabe incluso que los primates no humanos más próximos actualmente a nuestro linaje, chimpancés y bonobos, cazan en grupo (3). Estas evidencias son compatibles con la idea de que el carnivorismo y la caza son actitudes bastante “naturales” capaces de impregnar nuestra psicología. ¿Hasta qué punto cree que este argumento evolucionista es un problema para que prosperen éticas no antropocéntricas en nuestra mentalidad profunda?
La pregunta puede referirse a razones explicativas (hasta qué punto no somos capaces de abandonar el especismo por la presencia de ciertas actitudes “naturales”) o justificativas (si tales actitudes justifican una actitud especista). En cuanto a la primera cuestión, nuestro pasado evolutivo no parece ser lo que determina que las actitudes especistas estén extendidas, sino las prácticas sociales vigentes en la práctica totalidad de las sociedades. Y, en cualquier caso, el hecho es que estas pueden ser cuestionadas: a día de hoy mucha gente lo hace.
Otra cosa es que los seres humanos, que comúnmente buscamos racionalizar nuestra conducta, queramos utilizar la apelación a “lo natural” queriendo justificar nuestras actitudes. Con esto pasamos a la segunda cuestión.
Sobre esto diré que no hay razón alguna para cree que lo que hiciesen nuestros antepasados homínidos hace cientos de miles de años pueda ser en modo alguno relevante para nuestra consideración actual sobre cómo hemos de actuar. De hecho, en realidad nadie se guía de forma consistente por tal idea. Hay conductas que se consideran “naturales” y son rechazadas como patrón de conducta (esto ocurre, por ejemplo, en el caso de las actitudes violentas). Además, ¿por qué, a la hora de determinar cuál es nuestra conducta “natural” nos hemos de fijar en lo que hicieron nuestros antepasados de hace decenas o cientos de miles de años en lugar de, por ejemplo, los anteriores, de hace millones de años, u otros anteriores de decenas de millones de años? Lo que en realidad sucede es que la determinación de qué es “lo natural”, es, en este sentido, arbitraria.
De hecho, tampoco está claro por qué cabría llamar “naturales” a tales actitudes. No está nada claro qué es una conducta natural. Con esto no quiero decir únicamente que no esté claro qué conductas pueden caber bajo la etiqueta de “natural”, sino también que no está realmente claro cómo se ha de definir tal etiqueta en sí. Ni que debamos asumir que tal etiqueta debe tener una carga valorativa positiva o normativa. La naturaleza es el resultado de un proceso en el que distintos entes actúan de ciertos modos porque maximizan la transmisión de sus genes, aun cuando ello suponga maximizar también los niveles de sufrimiento y muerte –véase sobre esto el trabajo de Yew-Kwang Ng(4) o Dawrst–.(5) Si preferimos una ética que busque que los individuos podamos ser felices, no hay motivo alguno para no rechazar lo natural, si es que aceptamos tal etiqueta.
3. Usted considera (6) que no sólo la mayoría de los seres humanos, sino también la mayor parte de los teóricos de la ética, siguen asumiendo algún tipo de injustificada posición “especista”, aunque muestren alguna preocupación por el “bienestar animal”. ¿En qué diría que se puede justificar racionalmente una ética no antropocéntrica?
Efectivamente, la mayoría, aun cuando crean que debemos prestar una cierta consideración a los animales que explotamos (asumiendo, como se indica en la pregunta, una posición supuestamente favorable, aunque en un sentido más bien engañoso, al “bienestar animal”) siguen manteniendo posturas especistas. Ahora bien, no son los críticos de este quienes deben dar una justificación de una ética no antropocéntrica. Es al revés: quienes tendrían que justificar su posición tendrían que ser los y las que defienden el especismo antropocéntrico.
El motivo radica en que, por defecto, las prescripciones tienen una formulación universal. A no ser que en su formulación se explicite lo contrario, hay que asumir que es así. Si decimos que es correcto actuar hacia los demás de cierto modo x, hemos de asumir por defecto que es correcto que todo el mundo (susceptible de obrar conforme a un patrón de corrección) actúe de tal modo x hacia todos los y las demás. Si hay alguna excepción justificada a esto, esta debe explicitarse. Mientras no se explicite, toda prescripción se asume que es universal y general. Por lo tanto, como he dicho arriba, la carga de la prueba no está del lado de quienes cuestionan el especismo. Estos no tienen que justificar su posición. Al contrario, está del lado de quienes defienden el especismo: son estos quienes tendrían que poder demostrar su posición, para poder establecer las excepciones que quieren introducir en los imperativos éticos. Si estos no consiguen darnos una defensa de este que sea consistente y convincente, su postura no podrá resultar aceptable. Y no existe ningún argumento que justifique las posiciones especistas. Los porqués pueden explicarse brevemente (7).
El especismo antropocéntrico puede ser defendido de varias formas. Muchas veces se hace por mera definición (esto es, diciendo que debemos ser especistas porque sí). O aludiendo a criterios místicos, como ocurre cuando se afirma que solo los seres humanos tenemos alma, o que poseemos un “estatuto ontológico” superior (asumiéndose ya de principio, además, que ello implica ser moralmente más importante). Estas posturas no pueden resultar convincentes más que a quienes ya las asuman de partida. Incurren en una petición de principio, y/o hacen alusión a criterios no comprobables, y no constituyen, pues, justificaciones.