Pues sí, tengo una paloma herida en casa. La vimos el domingo de casualidad mientras paseabamos al perro, muy acurrucada en la puerta de un comercio, detrás de las piernas de un maniquí, y cuando salió la dueña a cerrar y la espantó con el palo de bajar la persiana, vimos que no podía volar. Al cogerla me manchó las manos de sangre, y ayer, cuando la llevé al veterinario, aparte de una herida bastante fea, vimos en la radiografía que tiene el ala destrozada, con tres fracturas en sus huesecillos. Diagnóstico: nunca volverá a volar.
Ella aún no lo sabe y trata de huir, agita su ala sana en un intento vano de escapar y de ver la ciudad desde arriba otra vez. Me tiene mucho miedo y cuando me asomo para observarla se arricona temerosa contra una esquina de la caja. No quiere comer.
Pero si se salvó una vez, no ha sido para dejarse llevar por la apatía, así que yo le abro el pico con mis manos para darle los medicamentos que le alivian el dolor y la infección, y le abriré el pico para alimentarla, para que se ponga fuerte y gorda, las veces que haga falta.
Palomita, confía en mí, no importa tu alita lastimada, vas a ser feliz.