.. una mañana abrí los ojos y no pude ver desde mi ventana aquel árbol centenario que acompañaba las horas de mis tardes de invierno. En su lugar encontré una carta de despedida: "llevo 100 años susurrándole al viento el secreto de la vida, y los hombres no han podido comprenderlo. Volveré cuando no crean ser los amos de las criaturas que en la tierra habitan"
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