Estás con una amiga, tu hijo, o un compañero de trabajo. Ambos tenéis opiniones sólidas - pero radicalmente diferentes-, sobre la ética de las corridas de toros, las causas del cambio climático, lo saludable que es ser vegetariano estricto, o si este invierno debes comprarte una nueva chaqueta.
Tú estás convencid@ de que razón y datos empíricos juegan de tu parte, y que la posición de tu amig@ está amparada por una mezcla de creencias y tozudez. Discutís, insistes, y utilizas todo tipo de argumentos lógicos para por lo menos sembrar la duda. Tu perseverancia logra crear incertidumbre, pero…¿consigues debilitar su convicción? Todo lo contrario. La refuerzas, y su contrarréplica se hace cada vez más vehemente. El malvado conejo de la duda sacó a relucir su magia...
http://lacomunidad.elpais.com/apunte...sistas-es-peor
Al final viene un estudio que indica que las personas con más dudas acerca de sus creencias o de su posición tienden a argumentar más fuertemente en un debate. Mientras que aquellas posturas en las que existe firmeza o seguridad al respecto, se tiende a argumentar de manera más tranquila y menos insistente.
Leedlo, está curioso.