I.O.: Usted criticó ayer en un programa de televisión la prepotencia de los economistas.
D.M.R.: De los ortodoxos. Yo soy economista y creo que soy practicante de una ciencia que ayuda a entender muchas cosas. Los economistas, por lo general, tenemos metodologías mucho más elaboradas que el resto de las ciencias sociales, con excepción, quizás, de la antropología. Pero la economía es la administración de la casa (“oikos-nomos”), mientras que la ecología es el conocimiento de la casa (“oikos-logos”), por lo que mal administraremos si no conocemos. La economía debe subordinarse al conocimiento previo. Que nos digan los biólogos cuál es el ciclo de la merluza y nosotros planificaremos las pesquerías. Que nos digan los físicos y los químicos cuál es la tasa de asimilación del anhídrido carbónico y nosotros planificaremos la industria. A eso me refería cuando hablaba de una necesidad de humildad por parte de los economistas.
I.O.: Hay una gran preocupación por el estado de las costas españolas, todas muy deterioradas. ¿Qué piensa de la costa de Almería?.
D.M.R.: No conozco mucho esta zona y, además, lo que conozco es precisamente la parte mejor conservada y más protegida, como el cabo de Gata. Pero me parece que aún conserva bastantes espacios muy cercanos a una naturalidad primigenia, desde luego sin comparación posible con las costas de Murcia o de Málaga, que provocan verdadero dolor. El asunto está en aplicar sin laxitud la Ley de Costas que, aún con sus defectos, es un buen articulado. Si el PSOE de Felipe González puede salvar algo de su política ambiental, ese algo es la Ley de Costas. Por cierto, una ley sacada a golpes porque el gobierno era bastante reacio. Esa ley, la más avanzada de Europa, es atribuible a Cristina Narbona, entonces secretaria de estado. Yo pertenecí a su consejo asesor, en representación de Amigos de la Tierra y por lo tanto en una posición hipercrítica, y sé muy bien lo que costó aquello. Luego fue ministra con Rodríguez Zapatero y éste la echó muy pronto porque se opuso a un esperpéntico plan hidrológico y a una revisionista política nuclear. Es una de las pocas personas que tuvieron mando en lo ambiental por la que tengo estima. Pero, volviendo a esta región y a su pregunta, con ejemplos como el de El Algarrobico, mal vamos. Aunque aquí nos encontramos con otro problema, el del funcionamiento del poder judicial en España.
I.O.: Ya que menciona con tanto elogio a Cristina Narbona, hablemos de opciones electorales. López de Uralde, líder de Greenpeace en España, parece dispuesto a impulsar una candidatura “verde” y una de las posibles candidatas es, precisamente, Cristina Narbona.
D.M.R.: Conozco desde hace años a López de Uralde, Juantxo para los amigos. Creo que también está detrás de esa idea Alejandro Sánchez, otro viejo amigo, dirigente histórico de la Sociedad Española de Ornitología. Es muy llamativo que sean ecologistas históricos como estos –son de mi promoción, año arriba o abajo- quienes caigan ahora del lado de la acción política. Lo veo como algo muy importante y muy positivo. A mí me parece que esa idea es muy buena y que hoy puede tener éxito. Creo que hay un hueco en este momento para una opción verde al margen de los “pajaritólogos” subalternos del PSOE. No veo a Cristina Narbona aceptando ese reto, aunque sería una buena candidata. Hay un espacio para los verdes, dada la deriva del PSOE y el seguidismo y la decadencia de Izquierda Unida. Incluso los puede beneficiar la tendencia a la baja del nacionalismo de izquierda, especialmente en Cataluña.
I.O.: Usted es un ecologista de la “vieja guardia”. Toda su trayectoria intelectual y profesional gira en torno a lo ecológico, el desarrollo sostenible y la economía internacional. Fue presidente de Amigos de la Tierra y un montón de cosas más. ¿Participaría en una opción política como la que López de Uralde impulsa?.
D.M.R.: Yo casi nunca digo “no” a nada porque no sabemos lo que va a pasar mañana, pero no me veo en esa tesitura. Soy algo más joven que Narbona pero estoy en una situación similar. Mi trayectoria política en los últimos años ha sido otra y no me veo cambiando de marcha. Es verdad que ya me plantearon esa posibilidad hace unos quince años, encabezar la candidatura verde en Asturias, cosa que supuso un halago que mucho agradecí. Me hicieron el mismo ofrecimiento en el 2007, cuando renuncié a seguir presentándome como cabeza de una lista nacionalista de izquierda. Los verdes, al margen de familias, siempre me tuvieron en gran estima porque siempre me vieron como uno de los suyos, cosa que es verdad. Todavía en la última campaña electoral participé en actos con ellos en la isla de Ibiza, donde otro viejo amigo de Amigos de la Tierra, Pep Ribas, era cabeza de lista. Dejando a un lado mi militancia concreta en distintos momentos de mi vida yo siempre fui ecologista. Y lo sigo siendo. Pero, por lo que hace al presente, estoy al margen de casi todo. Puede que sea cosa de la edad. Estoy hecho un cascarrabias que sale de su casería solamente lo imprescindible.
I.O.: ¿Cosas de la edad para quien regresa este año a Guatemala a trabajar con mayas?. Usted viene participando en programas de desarrollo local en ese país desde los acuerdos de paz de hace casi dos décadas. Parece ser que la selva no asusta mucho a “un hombre de cierta edad”.
D.M.R.: No seamos demasiado “aventureros” porque no hay tanta épica. Tenía muchas ganas de volver a Guatemala. El anterior programa finalizó hace unos cinco años. Se trata de un trabajo muy fructífero con poco esfuerzo. Un euro invertido en programas de desarrollo local y comunitario es mucho más rentable que un euro invertido en bolsa. Claro que yo estoy hablando de rentabilidad social. Y, por cierto, que esta reflexión vale también para nuestros países, no solo para el mundo subdesarrollado.
I.O.: ¿Cómo van el Observatorio Latinoamericano de Ordenación Territorial y Sostenibilidad y el Instituto Interuniversitario de Economía Espacial Sostenible?. Llevan trabajando en ello desde 2008.
D.M.R.: Marchan muy despacio. No es fácil poner a funcionar dos proyectos tan ambiciosos y menos aún en momentos de crisis, cuando los presupuestos se hacen restrictivos. Pero vamos caminando. En breve daremos a conocer una batería de indicadores de sustentabilidad que va a tener un gran impacto en la comunidad científica y en el ecologismo.
I.O.: Su conferencia de esta mañana versó sobre las incompatibilidades entre la política ambiental y el mantenimiento de la sociedad rural. Y pareció usted más “ruralista” que “ambientalista”.
D.M.R.: No hablé de “incompatibilidades” sino de “disfunciones”. Mi tesis, nada original por otra parte, es que no se puede establecer una política de conservación de la naturaleza sin contar con los habitantes de las zonas rurales. No podemos seguir con una suerte de “despotismo ecologista ilustrado”. Pero lo curioso es que ya no hay ecologistas que sigan fieles a ese enfoque. Hoy los ecologistas asumen la necesidad de llegar a pactos “socioambientales” con los habitantes de la región que se quiere proteger, con los que yo llamo “indígenas”. ¿Por qué son “indígenas” los pobladores del Amazonas y no lo son los de Cazorla o los de Somiedo?. Sin embargo la administración española sigue aplicando políticas despóticas, por muy bienintencionadas que sean desde el punto de vista ambiental. Es necesaria una presión conjunta entre la gente del campo y los ecologistas frente a la administración y su corte de especuladores. Esa sí sería una “gran coalición”.
Sacado de http://davidm-rivas.blogspot.com