La persecución de los cristianos vegetarianos continúa incluso después del cambio de milenio. El conde de Hoensbroech escribe: “
La asamblea de los obispos en Glosar en el año 1051 condeno a muerte a varios herejes porque se habían negado a matar (y comerse) unos pollos (y gallinas) , ya que esto correspondía a las actitudes de los cátaros de no matar animales. Incluso la apariencia de los acusados era suficiente para condenarlos como herejes, ya que su palidez se debía a que
tenían un estilo de vida como el de los cátaros, quienes seguían una dieta exclusivamente vegetariana”. (El papado en su eficacia socio-cultural, edición popular, Leipzig, Breitkopf &Hartel 1904, página 35). A pesar del peligro para sus vidas los creyentes de la tradición cristiana una y otra vez levantaron la voz para establecer el vegetarianismo como parte de la ética cristiana y a causa de esto surgieron algunas órdenes cristianas como los trapenses, benedictinos, cartujos y cistercienses.