Aborto: el sinsentido de la potencialidad y la irrelevancia ética de ser Homo Sapiens
Aun a riesgo de ser repetitivo, debo recordar que no debemos hacer caso de argumentos falaces, como que abortar está siempre mal porque lo dice Dios. Una vez recordado, paso a plantear mi opinión sobre el aborto: creo que es una opción personal de la madre hasta el momento en que el feto tiene el sistema nervioso operativo. Antes de ese momento, el embrión es solo un conjunto de células que no siente, que no puede experimentar su vida ni valorarla y que no tiene intereses. Hasta que el sistema nervioso funcione, el estatus moral de un embrión/feto es el mismo que el de una planta o una piedra.
Cuando el feto puede sentir y por lo tanto tiene intereses propios, podremos empezar a hablar de ética. Entonces el aborto se convierte en un conflicto de intereses entre la madre y el feto. La madre tiene interés en abortar por X motivo (ha sido violada, no tiene capacidad financiera para criar un hijo, es aun muy pequeña y su vida corre peligro...) pero el feto, al ser capaz de experimentar sensaciones agradables, ya tiene interés en seguir viviendo. Creo que el interés de alguien en disfrutar de la vida es el más básico y fundamental que existe y es el que debería primar.
En cualquier caso, la mejor forma de solucionar un conflicto de intereses es, si fuera posible, evitando que se produzca. Aquí, el conflicto de intereses podría evitarse abortando a tiempo. Si interrumpimos el embarazo antes de que el feto pueda sentir, no habremos causado ningún daño a nadie. La evidente pregunta es ¿Cuándo puede un feto sentir? Según la Wikipedia, el tubo neural, precursor del sistema nervioso, se forma en la tercera semana desde la concepción. Por tanto, con toda seguridad podríamos abortar, al menos en los 15 primeros días. Pruebas clínicas de orina y sangre, pueden detectar el embarazo a los 6-10 días de la fecundación, mientras que los test de embarazo para uso en casa, pueden detectarlo de 12 a 15 días tras juntarse espermatozoide y óvulo. En ambos casos estamos dentro del margen de absoluta certeza de que el embrión es solo un conjunto de células multiplicándose. Sin embargo, es más que dudoso que el tubo neural permita al embrión experimentar sensaciones, pues aun no tiene formado el cerebro y es presumible que hasta que el sistema nervioso no esté en un avanzado estado de desarrollo no pueda ejercer sus funciones. Según la web del Departamento de Salud de Minesota, a las seis semanas de la concepción se empieza a dar actividad refleja con el desarrollo del cerebro y el sistema nervioso. Es decir, hablariamos ya de un mes y medio de margen para abortar.
No he conseguido encontrar una información exacta sobre cuándo podemos asegurar que el embrión o el feto pueden sentir. En cualquier caso, no creo que sea difícil determinar ese límite, que no sería evidentemente de un segundo. Habría que establecer un amplio margen de seguridad. Por ejemplo, sabemos con absoluta certeza que el embrión no siente al día siguiente de la concepción pero que el feto sí que siente un día antes de nacer. Suponiendo que el embarazo dura 280 días, tenemos así un margen de 279 días en los que no deberíamos abortar (278 por duda razonable y uno por certeza absoluta). Pero podemos hacerlo mejor. Podemos decir que con toda seguridad el embrión no siente el día 15 tras la concepción y que el feto sí que siente 15 días antes de nacer. Ahora hemos reducido el margen en que no podemos abortar a 265 días (250 por duda y 15 por certeza). Podríamos seguir estrechando este margen de duda, y que por ejemplo, llegásemos a la conclusión de que hay un período entre los 42 y los 56 días (por decir uno cualquiera, no afirmo que sea este) en que no se sabe si el embrión/feto siente. Imaginemos que sabemos al 100% que antes del cuatrigésimo segundo día no siente y que después del quincuagésimo sexto día sí. Entonces, deberíamos establecer el límite para abortar en el margen menor de este periodo, es decir, los 42 días, pues, si no abortamos y resulta que el embrión no sentía, no habremos, en principio, dañado a nadie; sin embargo, si establecemos la cota en el momento final del hipotético periodo de duda razonable, los 56 días, podemos estar dañando a alguien que siente.
Muchos antiabortistas podrán alegar a mi razonamiento dos cuestiones (tres si contamos las alegaciones religiosas, lo cual no voy a hacer hasta que se demuestre que Dios existe). La primera es que lo importante es que desde la concepción hablamos de un ser humano y la otra que desde la concepción, hablamos de un ser sintiente en potencia.
No voy a discutir si un cigoto es o no es un ser humano, pues es algo indiferente según mi modo de entender la moralidad. Yo no respeto a un humano porque sea humano, si no porque si le agredo, torturo o asesino, le estaré perjudicando, dado que puede experimentar su vida. Nunca nadie me ha dado un buen argumento por el que la característica de pertenencia a la especie Homo Sapiens sapiens sea relevante para la consideración moral. Y creo que es irrebatible que la característica esencial para evitar causar perjuicios a alguien, es que ese alguien pueda experimentar esos perjuicios. No tiene sentido hablar de respetar a una piedra, pues una piedra no puede verse afectada por nuestros actos al carecer de sistema nervioso. Del mismo modo, no podemos hablar de la inmoralidad de matar a un embrión de 15 días, independientemente de que tenga los mismos cromosomas que un humano nato.
La otra alegación es el recurso a la potencialidad. Se dice que desde la concepción, hablamos de un ser que desarrollará en el futuro las capacidades sensitivas. Es en potencia un ser con intereses propios. Potencialmente, también es un muerto, como lo somos todos. Un día cualquiera, con un 100% de probabilidades, todos moriremos. Por tanto, si un cigoto merece el trato de un ser con capacidad para sentir (respeto a su vida, evitar su “sufrimiento” etc) porque tiene el potencial de serlo ¿Por qué no me dais a mi el trato que se le da a un muerto? Yo estoy potencialmente muerto, y, siguiendo la lógica de quienes defienden la potencialidad, se me debería poder enterrar o incinerar sin que esto plantease ningún dilema ético. Este no es el único absurdo que plantea la defensa de la potencialidad. El Doctor colombiano Antonio Vélez Montoya dice sobre esto en un genial artículo:
Otros alegan que el embrión es un ser humano, pero en potencia, y que por tanto debemos respetar su vida. A estos los refutamos con facilidad: toda célula de nuestro cuerpo también es un ser humano en potencia, un clon nuestro. Recordemos que la oveja Dolly fue creada a partir de una célula de la ubre de su madre. En consecuencia, para ser consecuentes con la idea de la potencialidad, deberíamos conservar en relicarios inviolables cada tumor o parte que los cirujanos retiren de nuestro cuerpo, o toda célula que se desprenda de nuestra piel, pues son portadores de nuestro genoma y, por tanto, en potencia son mellizos idénticos a nosotros. En el polvo de nuestra casa, para no ir muy lejos, hay millones de copias de nuestro genoma, pedazos invisibles de piel desperdigados por el suelo y de los cuales podríamos, disponiendo de una tecnología avanzada, obtener fotocopias exactas de nosotros mismos. Pero sin respeto alguno los pisamos y a la caneca de la basura van a parar con otros desperdicios.
__________________