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Tema: Artículo sobre el aborto

  1. #1
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    Artículo sobre el aborto


    Agrego esto que puse al final del hilo para evitar confusiones: ""Hola a todos, en realidad, a pesar de que considero que lo escrito en ese artículo es , en general, lógicamente correcto no es de mi autoría. Es del autor del blog sobre ateísmo: www.adbaculum.blogspot.com""

    Artículo extraído de:

    http://adbaculum.blogspot.com/2007/0...-mi-visin.html

    La eutanasia y el aborto: mi visión

    Introducción


    El aborto y la eutanasia son sin duda los temas estrella de la ética aplicada. Se escriben cada año millones de palabras al respecto y la verdad, creo que es un tema demasiado simple como para dedicarle tanto tiempo. O quizás se vería más simple si viviéramos en un mundo libre de creencias religiosas y de sectas, pues, aunque no todos, la mayoría de las personas que se oponen al aborto y a la eutanasia bajo cualquier circunstancia (en adelante, para abreviar pondré b.c.c) son bastante religiosos.

    Mi postura respecto a la eutanasia es que la considero un derecho individual en cualquier caso. En cuanto al aborto, estoy a favor de que se realice en unos casos y en contra de que se realice en otros. Me resulta tan inverosímil que alguien esté a favor del aborto b.c.c como que alguien esté en contra de la eutanasia. No creo que exista gente partidaria de que se practique un aborto en cualquier caso (aunque sea un día antes del parto), pero sí que hay mucha, muchísima gente, que considera que el aborto es siempre un asesinato, desde el momento en que se unen un espermatozoide y un óvulo. Considero que esto es un sinsentido, del mismo modo que considero un sinsentido negar la eutanasia.

    En este artículo intentaré argumentar mi visión sobre tan controvertidos temas. Pero antes me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre la vida.


    Analizando el valor de la vida per se


    Si preguntamos a una persona que se opone a la eutanasia y al aborto b.c.c. por los motivos que le llevan a pensar así, nos dirá algo como que nadie (¿salvo Dios, quizás?) tiene derecho a terminar con una vida humana y que la vida humana está por encima de todo (¿salvo por encima de Dios, quizás?). Si la persona es religiosa nos remitirá a su libro sacro, en el cual un profeta inspirado por Dios escribió que la vida humana es sagrada. En este artículo voy a ignorar a las personas religiosas, pues sus argumentos son falacias de petición de principio. Antes de tomar en serio un argumento religioso, como que solo Dios puede poner fin a la vida humana, tienen que demostrarme que Dios existe y explicar por qué debemos basar nuestra moral en lo que Él diga. La carga de la prueba recae sobre quien afirma, no sobre quien niega, así que mientras buscan la prueba, continuo con el artículo.

    Una vez descartado por falaz el argumento religioso, podemos intentar buscar algún buen motivo por el que una vida humana es intocable b.c.c. Personalmente, mantengo que la vida, en sí misma, no tiene ningún valor. Es tan solo un conjunto de materia organizada en niveles (molecular, celular, tejidos) de complejidad. La vida de un ser, comienza a tener valor cuando el mismo ser puede valorarla. ¿Y cuando ocurre esto? Cuando ese ser es poseedor de un sistema nervioso. Este tipo de seres, los seres sintientes, formado por los animales (incluidos nosotros, Homo Sapiens sapiens) tienen la capacidad de experimentar sensaciones positivas y negativas, por tanto tienen interés en buscar lo agradable y rechazar lo desagradable. Esto se resume en que pueden disfrutar su vida, y, por tanto la valoran, aunque no puedan expresarlo con palabras. Y es aquí cuando la vida debe ser respetada, cuando el ser vivo tiene sus propios intereses que pueden entrar en conflicto con los nuestros. Aquí sí podemos hablar de ética, lo cual no se puede hacer al hablar de una piedra, una célula o una planta, pues esos seres no tienen intereses al carecer de sistema nervioso. Por todo esto, considero que la clave para hablar del aborto y la eutanasia no es la vida, sino la capacidad para sentir.


    Eutanasia, el derecho a decir “se acabó”


    Desde algunos medios religiosos se califica a los partidarios de la legalización de la eutanasia como integrantes de “la cultura de la muerte”. De este modo se pretende tachar a los defensores de este derecho básico de peligrosos asesinos. En respuesta, podríamos denominar a los que se oponen a la eutanasia como parte de “la cultura del sufrimiento”, quizás al lado de los partidarios de la tauromaquia.

    La eutanasia se podría definir como el acto de aplicar la muerte a un individuo que está interesado en morir. Y es que la muerte no es lo peor que te puede pasar. Como dijo Ramón Sampedro: “La vida es un derecho, no una obligación”. Seguro que todas las personas que han sido torturadas hasta morir, por ejemplo, a manos de la Santa Inquisición, bien hubieran querido morir directamente, sin pasar por el proceso de tortura. Evidentemente, antes que morir, o que morir torturado, un individuo preferirá vivir sin sufrimiento. Si esta alternativa existiese, sería elegida por cualquier persona. Pero por desgracia esto no es así siempre y para algunos solo hay dos opciones: morir o vivir sufriendo. Si una persona postrada para siempre en una cama o con una enfermedad insufrible quiere seguir adelante, estupendo, está en su derecho. Más ¿con qué derecho nos creemos capaces de negar a una persona la posibilidad de poner fin a su calvario de forma digna? ¿No tenemos potestad para matar aunque nos lo supliquen, pero sí la tenemos para obligar a sufrir?

    Creo que a partir de aquí no hay mucho más que hablar sobre la eutanasia, salvo quizás del derecho de los médicos a objetar. Estoy completamente de acuerdo en que no se puede obligar a nadie a realizar una eutanasia activa, pasiva o un suicidio asistido. Pero esto no sería un problema, pues siempre habrá gente de buena voluntad dispuesta a ayudar a otros a liberarse de un terrible martirio. Sin embargo, la eutanasia sigue siendo un sueño para miles de pacientes que agonizan sin remedio ni esperanza en un hospital. ¿Por qué no miraremos menos hacia el cielo y más hacia Holanda?
    Última edición por flex23; 20-jul-2007 a las 21:28
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  2. #2
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    Aborto: el sinsentido de la potencialidad y la irrelevancia ética de ser Homo Sapiens

    Aun a riesgo de ser repetitivo, debo recordar que no debemos hacer caso de argumentos falaces, como que abortar está siempre mal porque lo dice Dios. Una vez recordado, paso a plantear mi opinión sobre el aborto: creo que es una opción personal de la madre hasta el momento en que el feto tiene el sistema nervioso operativo. Antes de ese momento, el embrión es solo un conjunto de células que no siente, que no puede experimentar su vida ni valorarla y que no tiene intereses. Hasta que el sistema nervioso funcione, el estatus moral de un embrión/feto es el mismo que el de una planta o una piedra.

    Cuando el feto puede sentir y por lo tanto tiene intereses propios, podremos empezar a hablar de ética. Entonces el aborto se convierte en un conflicto de intereses entre la madre y el feto. La madre tiene interés en abortar por X motivo (ha sido violada, no tiene capacidad financiera para criar un hijo, es aun muy pequeña y su vida corre peligro...) pero el feto, al ser capaz de experimentar sensaciones agradables, ya tiene interés en seguir viviendo. Creo que el interés de alguien en disfrutar de la vida es el más básico y fundamental que existe y es el que debería primar.

    En cualquier caso, la mejor forma de solucionar un conflicto de intereses es, si fuera posible, evitando que se produzca. Aquí, el conflicto de intereses podría evitarse abortando a tiempo. Si interrumpimos el embarazo antes de que el feto pueda sentir, no habremos causado ningún daño a nadie. La evidente pregunta es ¿Cuándo puede un feto sentir? Según la Wikipedia, el tubo neural, precursor del sistema nervioso, se forma en la tercera semana desde la concepción. Por tanto, con toda seguridad podríamos abortar, al menos en los 15 primeros días. Pruebas clínicas de orina y sangre, pueden detectar el embarazo a los 6-10 días de la fecundación, mientras que los test de embarazo para uso en casa, pueden detectarlo de 12 a 15 días tras juntarse espermatozoide y óvulo. En ambos casos estamos dentro del margen de absoluta certeza de que el embrión es solo un conjunto de células multiplicándose. Sin embargo, es más que dudoso que el tubo neural permita al embrión experimentar sensaciones, pues aun no tiene formado el cerebro y es presumible que hasta que el sistema nervioso no esté en un avanzado estado de desarrollo no pueda ejercer sus funciones. Según la web del Departamento de Salud de Minesota, a las seis semanas de la concepción se empieza a dar actividad refleja con el desarrollo del cerebro y el sistema nervioso. Es decir, hablariamos ya de un mes y medio de margen para abortar.

    No he conseguido encontrar una información exacta sobre cuándo podemos asegurar que el embrión o el feto pueden sentir. En cualquier caso, no creo que sea difícil determinar ese límite, que no sería evidentemente de un segundo. Habría que establecer un amplio margen de seguridad. Por ejemplo, sabemos con absoluta certeza que el embrión no siente al día siguiente de la concepción pero que el feto sí que siente un día antes de nacer. Suponiendo que el embarazo dura 280 días, tenemos así un margen de 279 días en los que no deberíamos abortar (278 por duda razonable y uno por certeza absoluta). Pero podemos hacerlo mejor. Podemos decir que con toda seguridad el embrión no siente el día 15 tras la concepción y que el feto sí que siente 15 días antes de nacer. Ahora hemos reducido el margen en que no podemos abortar a 265 días (250 por duda y 15 por certeza). Podríamos seguir estrechando este margen de duda, y que por ejemplo, llegásemos a la conclusión de que hay un período entre los 42 y los 56 días (por decir uno cualquiera, no afirmo que sea este) en que no se sabe si el embrión/feto siente. Imaginemos que sabemos al 100% que antes del cuatrigésimo segundo día no siente y que después del quincuagésimo sexto día sí. Entonces, deberíamos establecer el límite para abortar en el margen menor de este periodo, es decir, los 42 días, pues, si no abortamos y resulta que el embrión no sentía, no habremos, en principio, dañado a nadie; sin embargo, si establecemos la cota en el momento final del hipotético periodo de duda razonable, los 56 días, podemos estar dañando a alguien que siente.

    Muchos antiabortistas podrán alegar a mi razonamiento dos cuestiones (tres si contamos las alegaciones religiosas, lo cual no voy a hacer hasta que se demuestre que Dios existe). La primera es que lo importante es que desde la concepción hablamos de un ser humano y la otra que desde la concepción, hablamos de un ser sintiente en potencia.

    No voy a discutir si un cigoto es o no es un ser humano, pues es algo indiferente según mi modo de entender la moralidad. Yo no respeto a un humano porque sea humano, si no porque si le agredo, torturo o asesino, le estaré perjudicando, dado que puede experimentar su vida. Nunca nadie me ha dado un buen argumento por el que la característica de pertenencia a la especie Homo Sapiens sapiens sea relevante para la consideración moral. Y creo que es irrebatible que la característica esencial para evitar causar perjuicios a alguien, es que ese alguien pueda experimentar esos perjuicios. No tiene sentido hablar de respetar a una piedra, pues una piedra no puede verse afectada por nuestros actos al carecer de sistema nervioso. Del mismo modo, no podemos hablar de la inmoralidad de matar a un embrión de 15 días, independientemente de que tenga los mismos cromosomas que un humano nato.

    La otra alegación es el recurso a la potencialidad. Se dice que desde la concepción, hablamos de un ser que desarrollará en el futuro las capacidades sensitivas. Es en potencia un ser con intereses propios. Potencialmente, también es un muerto, como lo somos todos. Un día cualquiera, con un 100% de probabilidades, todos moriremos. Por tanto, si un cigoto merece el trato de un ser con capacidad para sentir (respeto a su vida, evitar su “sufrimiento” etc) porque tiene el potencial de serlo ¿Por qué no me dais a mi el trato que se le da a un muerto? Yo estoy potencialmente muerto, y, siguiendo la lógica de quienes defienden la potencialidad, se me debería poder enterrar o incinerar sin que esto plantease ningún dilema ético. Este no es el único absurdo que plantea la defensa de la potencialidad. El Doctor colombiano Antonio Vélez Montoya dice sobre esto en un genial artículo:

    Otros alegan que el embrión es un ser humano, pero en potencia, y que por tanto debemos respetar su vida. A estos los refutamos con facilidad: toda célula de nuestro cuerpo también es un ser humano en potencia, un clon nuestro. Recordemos que la oveja Dolly fue creada a partir de una célula de la ubre de su madre. En consecuencia, para ser consecuentes con la idea de la potencialidad, deberíamos conservar en relicarios inviolables cada tumor o parte que los cirujanos retiren de nuestro cuerpo, o toda célula que se desprenda de nuestra piel, pues son portadores de nuestro genoma y, por tanto, en potencia son mellizos idénticos a nosotros. En el polvo de nuestra casa, para no ir muy lejos, hay millones de copias de nuestro genoma, pedazos invisibles de piel desperdigados por el suelo y de los cuales podríamos, disponiendo de una tecnología avanzada, obtener fotocopias exactas de nosotros mismos. Pero sin respeto alguno los pisamos y a la caneca de la basura van a parar con otros desperdicios.
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  3. #3
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    Pero aún queda un absurdo más que genera la potencialidad y que nos muestra el biólogo Richard Dawkins en su magistral obra El espejismo de Dios:

    (...) la conclusión lógica del "potencial humano" es que, potencialmente, cada vez que rechazamos la oportunidad de mantener relaciones sexuales, privamos a un alma humana del regalo de la existencia. ¡Cada rechazo a una oferta de copulación por un individuo fértil es, según esta estúpida lógica "pro vida", equivalente al asesinato de un niño potencial! Incluso resistirse a una violación puede presentarse como el asesinato de un bebé potencial.

    Un individuo debe ser considerado en función de sus características presentes. No tiene sentido que yo vaya a pedir un abono transportes de tercera edad alegando que soy un viejo potencial. Por tanto, no podemos considerar a un embrión como si fuera un individuo con capacidad de sentir por el hecho de que lo es potencialmente.

    Ahora bien, esto ha sido mi visión general sobre el aborto. Existen casos concretos que me gustaría tratar.

    Por ejemplo, en el caso de una violación o de un embarazo no deseado consecuencia de un fallo en el método anticonceptivo, creo que la solución es, como antes apunté, la de evitar el conflicto, es decir, abortar lo antes posible. Una mujer que ha sido violada, sabe que deberá tomar una decisión cuanto antes. Supongo que la mayoría de las mueres que sufre este brutal acto no desea quedarse embarazada de su violador. En tales casos creo que deben recurrir a la píldora del día después, que ni siquiera es abortiva, o al aborto farmacológico lo antes posible. En cualquier caso, veo absurdo que una mujer violada que quiere abortar deje que pasen semanas hasta tomar medidas. Lo lógico será que lo haga cuanto antes.

    En el caso de una mujer que se queda embarazada de forma accidental, no creo que tarde más de un mes en darse cuenta, por lo que podrá recurrir al aborto farmacológico y no perjudicar a nadie.

    Exactamente igual en el caso de una mujer de escasos recursos económicos que se quede embarazada de forma accidental y que no pueda hacer frente a los gastos derivados de criar un hijo; aunque en este caso, es probable que tampoco se pueda hacer frente a los costes del aborto y la mujer ponga en juego su vida en clínicas ilegales de bajo precio, situación que se evitaría con el aborto temprano gratuito suministrado por el estado.

    También tenemos los casos de embarazos de riesgo. Según la Wikipedia, algunos factores de riesgo para la vida de la embarazada son: tener una edad menor de 18 y mayor de 35, pesar menos de 45 Kg. o más de 90 o medir menos de 140 cm. Los embarazos en adolescentes pueden tener muchas consecuencias negativas para la salud de la joven madre. Una adolescente embarazada es más propensa a sufrir toxemia de embarazo y desproporción céfalo-pélvica cuando los huesos de la pelvis no se han desarrollado completamente y tiene más probabilidades de tener un bebé con bajo peso de nacimiento. Otro tipo de consecuencias, ya a largo plazo, son las fístulas obstétricas, un orificio entre la vagina y la vejiga o el recto, originado como consecuencia del trabajo de un parto prolongado u obstruido, el cual provoca que la mujer padezca de incontinencia crónica. Este padecimiento afecta a más de dos millones de niñas y mujeres en todo el mundo y se estima que cada año se agregan entre 50.000 y 100.000 nuevos casos. A pesar de todo, los pro-vida están en contra del aborto b.c.c.

    Pero el caso más delicado es el de niños que nacerán con terribles enfermedades que harán un infierno de su vida y de la de sus seres queridos. Citando de nuevo a Antonio Vélez Montoya:

    A los que meten en el mismo costal todos los abortos, conviene recordarles que los niños afectados del síndrome de Lesch-Nyhan (detectable antes del nacimiento), uno de los defectos genéticos más horrorosos, sienten compulsión por automutilarse, se arrancan a mordiscos los labios y los dedos, se queman deliberadamente con agua caliente, y no dudan en atravesarse sus propios ojos con cuanto objeto punzante caiga en sus manos. Así mismo, son capaces de causarles heridas serias a las personas que los cuidan. Y, pese a los esfuerzos de los padres, siempre terminan temprano el calvario de su paso por este mundo.(...) Los niños afectados de epidermolisis ampollosa mantienen el cuerpo cubierto de ampollas, producidas con los roces. A estos niños no se los puede cargar, pues, de hacerlo, en los puntos donde se les haga presión se les desprende la piel o se les ampolla. Nunca pueden gatear, correr o jugar, debido a la fragilidad incurable de su epidermis. Al tratar de bañarlos, gritan de dolor ante el solo contacto con el agua, y únicamente pueden consumir líquidos, pues las llagas aparecen también en el esófago. Sobra decir que los sufrimientos del niño y de sus padres son de pesadilla. Y esta es apenas una muestra pequeña de las taras dolorosas que acechan en el genoma, y que son evitables con un aborto a tiempo.

    En estos casos, aunque el parto esté en un estado avanzado y se haya superado el margen que hayamos establecido, debemos proceder al aborto por el bien del niño. En cierto modo, estaremos practicando una eutanasia, pues lo haremos por el propio interés del bebé. Como hemos visto más arriba, la muerte no es lo peor que le puede pasar a alguien. Una vida con una de estas u otras terribles enfermedades, es un absoluto infierno. Aquí, no abortar implica condenar al niño a dicho calvario. Si una persona está destinada a sufrir uno entre dos males, es evidente que debemos procurarle el mal menor, en este caso, la muerte.

    Enlaces interesantes:

    Voy a pasar una lista de enlaces ** sobre la eutanasia y el aborto. Si deseas ver argumentos en contra del aborto y la eutanasia b.c.c, no te costará mucho encontrarlos. La Red está infestada de páginas de sectas y de no sectas, todo hay que decirlo, que se preocupan muchísimo de la vida embrionaria y quizás no tanto de la vida no embrionaria. ¿Cuánto se podría hacer por aquellos humanos natos, con su sistema nervioso ya bien crecidito, pero que no pueden comer, o viven en campamentos, o son obligados a prostituirse o trabajan con un Kalashnikov, con las cifras millonarias que los pro vida se gastan en sus infinitas campañas? Lo cierto es que a uno se le amarga el día solo de pensarlo. Creo que deberíamos dejarlos de llamar pro vida y empezar a calificarles de pro sufrimiento. Este nombre les va mucho mejor.

    **Los enlaces están en el link original
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  4. #4
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    Solucionado Flex! Gracias por acercarnos tu punto de vista!

  5. #5
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    Brillante, perfecto, eficaz.

  6. #6
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    Carl Sagan 1

    Incluyo este artículo que parece interesante...

    ¡No defendemos la vida humana, sino la persona humana!

    La búsqueda de un criterio éticamente sólido y no ambiguo acerca de si el aborto es admisible en algún momento tiene profundas raíces históricas. Con frecuencia, y sobre todo en la tradición cristiana, esta búsqueda estuvo ligada a la cuestión del instante en que el alma penetra en el cuerpo, materia no demasiado susceptible de investigación científica y tema polémico incluso entre teólogos eruditos. Se ha afirmado que la infusión del alma tenía lugar en el semen antes de la concepción, durante ésta, en el momento en que la madre percibe por vez primera los movimientos del feto en su seno y en el nacimiento mismo o incluso más tarde.

    Cada religión tiene su doctrina. Entre los cazadores-recolectores no suele haber prohibiciones contra el aborto, y también era corriente en la Grecia y la Roma antiguas. Por el contrario, los asirios, más severos, empalaban en estacas a las mujeres que trataban de abortar. El Talmud judío enseña que el feto no es una persona y, en consecuencia, carece de derechos. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo —que abundan en prohibiciones en extremo minuciosas respecto a la indumentaria, dieta y palabras— no aparece una sola mención que prohíba de modo específico el aborto. El único pasaje que menciona algo relevante en este sentido (Éxodo 21: 22) declara que si surge una pelea y una mujer resulta accidentalmente lesionada y aborta, el responsable debe pagar una multa. Ni san Agustín ni santo Tomás de Aquino consideraban homicidio el aborto en fase temprana (el último basándose en que el embrión no «parece» humano). Esta idea fue adoptada por la Iglesia en el Concilio de Vienne (Francia) en 1312 y nunca ha sido repudiada. La primera recopilación de derecho canónico de la Iglesia católica, vigente durante mucho tiempo (de acuerdo con el notable historiador de las enseñanzas eclesiásticas sobre el aborto, John Connery, S. J.) sostenía que el aborto era homicidio sólo después de que el feto estuviese ya «formado», aproximadamente hacia el final del primer trimestre.

    Sin embargo, cuando en el siglo XVII se examinaron los espermatozoides a través de los primeros microscopios, parecían mostrar un ser humano plenamente formado. Se resucitó así la vieja idea del homúnculo, según la cual cada espermatozoide era un minúsculo ser humano plenamente formado, dentro de cuyos testículos había otros innumerables homúnculos, y así ad infinitum.

    En parte por obra de esta mala interpretación de datos científicos, el aborto, en cualquier momento y por cualquier razón, se convirtió en motivo de excomunión a partir de 1869. Para la mayoría de católicos resulta sorprendente que la fecha no sea más remota.

    Desde la época colonial hasta el siglo XIX, en Estados Unidos la mujer era libre de decidir hasta que «el feto se movía». Un aborto en el primer trimestre de embarazo, e incluso en el segundo, constituía, en el peor de los casos, una infracción. Rara vez se solicitaba una condena al respecto, y resultaba casi imposible de obtener, en parte porque dependía por entero del propio testimonio de la mujer acerca de si había sentido los movimientos del feto, y en parte por la repugnancia del jurado a declararla culpable por haber ejercido su derecho a elegir. Se sabe que en 1800 no existía en Estados Unidos una sola disposición concerniente al aborto. En la práctica totalidad de los periódicos (y hasta en muchas publicaciones eclesiásticas) aparecían anuncios de productos abortivos, aunque el lenguaje empleado fuese convenientemente eufemístico.

    Hacia 1900, en cambio, en todos los estados de la Unión, el aborto estaba vedado en cualquier momento del embarazo, excepto cuando fuese necesario para salvar la vida de la mujer. ¿Qué sucedió para que se produjera un cambio tan extraordinario? La religión tuvo poco que ver. Las drásticas transformaciones económicas y sociales que se producían en Estados Unidos estaban transformando la sociedad agraria en otra urbana e industrializada. Norteamérica estaba pasando de una de las tasas más altas de natalidad del mundo a una de las más bajas. Es innegable que el aborto desempeñó un papel en ello y estimuló fuerzas para su supresión.

    Una de las más significativas fue la profesión médica. Hasta mediado el siglo XIX la medicina constituía una actividad sin reconocimiento oficial y sin supervisión. Cualquiera podía colocar un cartel a la puerta de su casa y auto titularse médico. Con el auge de una nueva élite médica de formación universitaria, ansiosa de incrementar el rango y la influencia de los facultativos, se constituyó la Asociación Médica Americana. Durante su primera década la AMA empezó a presionar para que el aborto sólo pudiera ser efectuado por quienes poseyesen título facultativo. Los nuevos conocimientos en embriología, afirmaban los médicos, habían revelado que el feto era humano incluso antes de que la madre sintiese su presencia.

    El asalto de la profesión médica contra el aborto no se debió a una inquietud por la salud de la mujer, sino, según se decía, por el bienestar del feto. Había que ser médico para saber cuándo resultaba moralmente justificable un aborto, porque la cuestión dependía de hechos científicos y médicos que sólo los facultativos comprendían. Al mismo tiempo, las mujeres quedaban excluidas de las facultades de medicina, donde habrían podido adquirir conocimientos tan arcanos.

    Tal como se desarrollaban las cosas, las mujeres nada tenían que decir acerca de la interrupción de sus propios embarazos. También correspondía a los médicos determinar si la gestación planteaba un riesgo para la mujer y quedaba enteramente a su discreción decidir qué era arriesgado y qué no lo era. Para la mujer rica, podía tratarse de un peligro para su tranquilidad emocional o incluso para su estilo de vida. La mujer pobre se veía a menudo obligada a recurrir al aborto clandestino.

    Así fue la ley hasta la década de los sesenta de este siglo, cuando una coalición de individuos y organizaciones, entre las que figuraba la AMA, trató de abolirla y restablecer los valores más tradicionales, que se encarnarían en el caso Roe contra Wade.

    Sigue....

  7. #7
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    Carl Sagan 2

    ¿Cuándo surge la persona humana?

    Si uno mata deliberadamente a un ser humano, se dice que ha cometido un asesinato. Si el muerto es un chimpancé —nuestro más próximo pariente biológico, con el que compartimos el 99,6 % de genes activos—, entonces no es asesinato. Hasta la fecha, el asesinato se aplica sólo al hecho de matar seres humanos. Por eso resulta clave en el debate sobre el aborto la cuestión del momento en que surge la personalidad (o, si se prefiere, el alma). ¿Cuándo se hace humano el feto? ¿Cuándo emergen las cualidades distintivamente humanas?

    Reconocemos que la fijación de un momento exacto tiene que pasar por alto las diferencias individuales. Por ese motivo, si hay que trazar una línea, se debe proceder con cautela, es decir, pecar más por exceso que por defecto. Hay personas que se oponen al establecimiento de un límite numérico, y compartimos su inquietud, pero si tiene que existir una ley sobre esta materia, que represente un compromiso útil entre las dos posiciones extremas, hay que determinar, al menos aproximadamente, un periodo de transición hacia la personalidad.

    Cada uno de nosotros partió de un punto. Un óvulo fecundado tiene aproximadamente el tamaño del punto que hay al final de esta frase. Una célula se convierte en dos, dos se convierten en cuatro, etc. Hacia el décimo día el óvulo fecundado se ha trocado en una especie de esfera hueca que se encamina desde las Trompas de Falopio (donde se produjo la fecundación) hacia otro reino, el útero. A su paso destruye tejidos, absorbe sangre de los vasos capilares, se baña en la sangre materna, de la que extrae oxígeno y nutrientes, y se fija como una especie de parásito a la pared del útero.

    Hacia la tercera semana, para cuando se produce la primera falta, el embrión en formación tiene unos dos milímetros de longitud y desarrolla varias partes del cuerpo. Sólo en esta etapa comienza a depender de una placenta rudimentaria. Recuerda algo a un gusano segmentado.
    Hacia el final de la cuarta semana ya mide unos 5 milímetros. Es reconocible ahora como vertebrado, su corazón en forma de tubo comienza a latir, se advierte algo parecido a los arcos branquiales de un pez o un anfibio, y una cola pronunciada. Parece más bien una lagartija acuática o un renacuajo. Éste es el final del primer mes de gestación.
    Hacia la quinta semana, cabe distinguir las grandes divisiones del cerebro. Se evidencia lo que más tarde serán los ojos y aparecen unos pequeños brotes que luego se transformarán en brazos y piernas.
    Hacia la sexta semana el embrión mide 13 milímetros. Los ojos permanecen todavía a los lados de la cabeza, como en la mayor parte de los animales, y la cara reptiliana posee unas hendiduras unidas que más tarde darán lugar a la boca y la nariz.
    Hacia el final de la séptima semana la cola casi ha desaparecido y se advierten ya caracteres sexuales (aunque ambos sexos parecen femeninos). La cara es de mamífero, pero un tanto porcina.
    Hacia el final de la octava semana la cara semeja la de un primate, si bien aún no es del todo humana. En sus elementos esenciales ya están presentes la mayoría de las partes del cuerpo. La anatomía del cerebro inferior está bien desarrollada. El feto revela respuestas reflejas a estímulos sutiles.
    Hacia la décima semana la cara tiene ya un aspecto inconfundiblemente humano. Comienza a ser posible distinguir niños de niñas. Las uñas y las grandes estructuras óseas no resultan evidentes hasta el tercer mes.
    Hacia el cuarto mes se puede diferenciar la cara de un feto de la de otro. En el quinto mes la madre suele sentir sus movimientos. Los bronquiolos pulmonares no empiezan a desarrollarse hasta aproximadamente el sexto mes y los alvéolos aún más tarde.
    ¿Cuándo accede, pues, un feto a la personalidad, habida cuenta de que sólo una persona puede ser asesinada? ¿Cuando la cara se torna claramente humana, cerca del final del primer trimestre? ¿Cuándo reacciona ante los estímulos, también al final del primer trimestre? ¿Cuándo se torna lo bastante activo para que la madre lo sienta, hacia la mitad del segundo trimestre? ¿Cuándo los pulmones alcanzan un grado de desarrollo suficiente para que el feto pueda respirar por sí mismo, llegado el caso, el aire exterior?

    Lo malo de estos hitos del desarrollo no es sólo que sean arbitrarios: más inquietante resulta el hecho de que ninguno implica características exclusivamente humanas, al margen de la cuestión superficial de la apariencia facial. Todos los animales reaccionan ante los estímulos y se mueven a su antojo. Muchos son capaces de respirar. Sin embargo, eso no impide que los matemos por miles de millones. Los reflejos, el movimiento y la respiración no son lo que nos hace humanos.

    Otros animales nos superan en velocidad, fuerza, resistencia, a la hora de trepar, excavar o camuflarse, en vista, olfato, oído, o en el dominio del aire o del agua. Nuestra única gran ventaja es el pensamiento. Somos capaces de reflexionar, de imaginar acontecimientos que todavía no han sucedido, de concebir cosas. Así fue como inventamos la agricultura y la civilización. El pensamiento es nuestra bendición y nuestra maldición, y nos hace ser lo que somos.

    El pensamiento tiene lugar, desde luego, en el cerebro, sobre todo en las capas superiores de la «materia gris» replegada que llamamos corteza cerebral. Cerca de 100.000 millones de neuronas cerebrales constituyen la base material del pensamiento. Las neuronas están unidas entre sí y sus conexiones desempeñan un papel crucial en lo que llamamos pensamiento, pero la conexión a gran escala de las neuronas no empieza hasta el sexto mes de embarazo.

    Mediante la colocación de electrodos inofensivos en la cabeza de un individuo, los científicos pueden medir la actividad eléctrica emanada de la red de neuronas cerebrales. Diferentes tipos de acción mental revelan distintas clases de ondas cerebrales, pero las pautas regulares típicas del cerebro humano de un adulto no aparecen en el feto hasta cerca de la trigésima semana del embarazo, hacia el comienzo del tercer trimestre. Hasta entonces, los fetos, por vivos y activos que parezcan, carecen de la necesaria arquitectura cerebral. Todavía no pueden pensar. Aceptar que se puede matar cualquier criatura viva, en especial una que más tarde tal vez se convierta en un bebé, es problemático y doloroso, pero hemos rechazado los extremos «siempre» y «nunca», y eso nos coloca, querámoslo o no, en la pendiente resbaladiza. Si tenemos que optar por un criterio de desarrollo, aquí es donde hay que trazar la raya: cuando se hace posible un mínimo asomo de pensamiento característicamente humano.

    Sigue...

  8. #8
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    Carl Sagan 3

    La solución intermedia

    Se trata, en realidad, de una definición muy conservadora: rara vez se encuentran en un feto ondas cerebrales regulares. Serían útiles nuevas investigaciones (también comienzan tardíamente las ondas cerebrales bien definidas durante la gestación de fetos de babuinos y ovejas). Si pretendemos que el criterio sea todavía más estricto para tomar en consideración el desarrollo cerebral precoz de algún feto, podemos trazar la raya a los seis meses. Ahí es en donde la trazó el Tribunal Supremo de Estados Unidos en 1973, aunque por razones completamente diferentes.

    Su decisión en el caso Roe contra Wade modificó la legislación estadounidense sobre el aborto, que lo permite a petición de la mujer sin limitaciones durante el primer trimestre y, con ciertas restricciones encaminadas a proteger su salud, en el segundo trimestre, y autoriza a los estados a prohibir el aborto en el tercer trimestre, excepto cuando exista una seria amenaza para la vida o la salud de la mujer. En la decisión de Webster de 1989, el Tribunal Supremo se negó explícitamente a revocar la sentencia del caso Roe contra Wade, pero de hecho invitó a las 50 legislaturas estatales a que decidiesen por su cuenta.

    ¿Cuál fue el razonamiento en el caso Roe contra Wade? No reconocía peso legal a lo que suceda con los niños una vez nacidos o con la familia. El tribunal determinó, en cambio, que el derecho de una mujer a la libertad de reproducción se halla protegido por la garantía constitucional de su intimidad. Ahora bien, ese derecho no es omnímodo. Hay que sopesar la garantía de intimidad de la mujer y el derecho a la vida del feto, y cuando el tribunal consideró la cuestión otorgó prioridad a la intimidad en el primer trimestre y a la vida en el tercero. La transición no se estableció según las consideraciones tratadas hasta ahora en este capítulo: cuándo sucede la «infusión del alma» o en qué momento reviste el feto suficientes rasgos humanos para ser protegido por la legislación contra el asesinato. El criterio adoptado fue, por el contrario, si el feto podía vivir fuera de la madre. Esto es lo que se denomina «viabilidad», y depende en parte de la capacidad de respirar. Sencillamente, los pulmones no están desarrollados y el feto no puede respirar —por muy perfeccionado que fuese el pulmón artificial de que se le dotase— hasta cerca de la vigésimo cuarta semana, hacia el comienzo del sexto mes. Es por esto por lo que la legislación estadounidense permite a los estados prohibir los abortos en el tercer trimestre. Se trata de un criterio muy pragmático.

    Según la argumentación, si en una cierta etapa de la gestación pudiese ser viable el feto fuera del útero, entonces su derecho a la vida se impondría al derecho de la mujer a la intimidad. Ahora bien, ¿qué significa «viable»? Incluso un recién nacido a término no es viable sin cuidado y cariño considerables. Hace tan sólo unas décadas, antes de las incubadoras, la viabilidad de los bebés nacidos en el séptimo mes era improbable. ¿Hubiera sido admisible entonces abortar en el séptimo mes? ¿Se tornaron de repente inmorales los abortos en el séptimo mes tras la invención de las incubadoras? ¿Qué sucederá si en el futuro se desarrolla una nueva tecnología que permita a un útero artificial mantener un feto vivo incluso antes del sexto mes, proporcionándole oxígeno y nutrientes a través de la sangre (como hace la madre a través de la placenta)? Reconocemos que es improbable que vaya a existir esa tecnología a corto plazo o que llegue a estar al alcance de gran número de personas, pero ¿sería entonces inmoral abortar antes del sexto mes cuando antes no lo era? Una moralidad que depende de la tecnología y cambia con ésta es una moralidad frágil y, para algunos, inaceptable.

    Es más, ¿por qué han de ser la respiración, el funcionamiento de los riñones o la capacidad de resistir las enfermedades, por ejemplo, justificativos de la protección legal? ¿Sería admisible matar un feto que revelase pensamientos y sentimientos pero que no fuera capaz de respirar? A nuestro juicio, el argumento de la viabilidad no puede determinar de manera coherente cuándo son admisibles los abortos. Se requiere otro criterio. Una vez más, ofrecemos la consideración del primer atisbo de pensamiento humano.

    Puesto que, por término medio, el pensamiento fetal comienza a manifestarse incluso después del desarrollo fetal de los pulmones, creemos que la sentencia del caso Roe contra Wade fue una decisión buena y prudente respecto de una cuestión compleja y difícil. Con la prohibición del aborto en el último trimestre —excepto en los casos de grave necesidad médica— se alcanza un equilibrio justo entre las reivindicaciones enfrentadas de la libertad y de la vida.

    CARL SAGAN: Miles de Millones

  9. #9
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    Habría que extenderlo al resto de fetos de otras especies (como hace Flex desde el sensocentrismo), pero ahí queda esa conclusión interesante que resalto en negrita.

  10. #10
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    Hola a todos, en realidad, a pesar de que considero que lo escrito en ese artículo es , en general, lógicamente correcto no es de mi autoría. Es del autor del blog sobre ateísmo: www.adbaculum.blogspot.com
    Última edición por flex23; 20-jul-2007 a las 21:23
    Visita mi blog sobre igualdad animal y veganismo :

    www.sensovegan.wordpress.com

    Y la organización por la igualdad animal:

    http://www.igualdadanimal.org

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