Es que el Romanticismo es eso, ideales en un mundo hostil. La vida no es un camino de rosas, pero podemos crecer, como lo hace la flor de loto, a partir de la suciedad del Estanque-Universo. El vegetariano, pongamos por caso, está condenado a vivir en un sitio que odia. No obstante, puede aceptarlo y dejar de sufrir o torturarse por ello. Es la tesis de filosofías como el budismo o religiones como el cristianismo, que parten de la base del sacrificio como medio para alcanzar el Nirvana o la Salvación.
Grandes obras de Inglaterra y Japón hablan de personas que se suicidan; tómense, como ejemplo, "Romeo y Julieta" y "Otelo", de William Shakespeare, o "Los Amantes Suicidas de Sonezaki" y "Los Amantes Suicidas de Amijima", de Chikamatsu Monzaemon. Beethoven o Chopin compusieron sus mejores obras estando enfermos mientras que Lord Byron acabó luchando contra los turcos. ¿Y no te también suenan estos cuadros o estos fragmentos?
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En resumen, por raro que parezca, el martirio o el suicidio son la máxima expresión de la libertad personal; no escogemos ni el lugar ni el momento en el que naceremos, pero sí podemos escoger cómo o de qué manera vamos a morir. Sin embargo, yo concuerdo a la perfección con Molière cuando dice "la muerte es el remedio de todos los males, pero no debemos echar mano de éste hasta última hora". Ya lo digo en mi manifiesto, "cuando una persona se suicida desaparece el tiempo de vida que le quedaba, tal vez 20 ó 30 años. ¡Cuánto mejor sería que esos años que esa persona no desea pudieran serle dados a quien sí los quiere! Y, aunque no puedan darse de una manera literal, sí pueden darse de una manera simbólica, de manera que, cuando no nos quede nada por lo que luchar, dediquemos nuestra vida a los demás":
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