Recién celebrado el multiconcierto "LIve Earth" , auspiciado por el mediático Al Gore, y tras ver a las megaestrellas tipo Madonna, cuyo modo de vida cabe calificarse de ultralujoso-despilfarrador, uno se pregunta si todo este montaje no será más que un fútil remiendo al enorme agujero medioambiental que se nos avecina. Los llamamientos a unos epidérmicos cambios en nuestro desbocado estilo de vida (reciclar, ahorrar...) se me antojan claramente insuficientes para dar la vuelta a un problema que requiere soluciones mucho más de fondo que las que plantean los gurús de la sostenibilidad. A veces me da la impresión de que el ciudadano medio , tras haber separado los residuos, ahorrado sus tres litros de agua diarios, y empleado bombillas de bajo consumo, se irá a la cama con la sensación del deber cumplido, mientras mantiene intactos sus hábitos de prodigalidad consumista, sin variar en absoluto su alimentación, ocio, transporte etc.
Creo que el mensaje que se ofrece a la ciudadanía es completamente equivocado, que con las directrices y recomendaciones al uso no se conseguirá evitar el cataclismo medioambiental sino que tan sólo se logrará retrasarlo unas pocas décadas. Claro que lo que no conviene es decir que la única solución estriba en que nosotros, los ricos, alteremos drásticamente nuestra forma de vida, y que dejemos de pensar que hay que seguir tendiendo al crecimiento económico. Mientras no se llegue al convencimiento de que el estancamiento o incluso el decrecimiento económico, y por tanto, el fin del capitalismo tal como lo conocemos, es la única salida efectiva, no habrá esperanza para nuestro planeta; pero esto es algo que ningún político, sujetos como están a compromisos a corto plazo, puede asumir. El cambio real de la situación pasa también por poner el punto final al parasitismo económico que sometemos al 3er Mundo, por ofrecerles un modelo de desarrollo diferente al emprendido en Occidente y así detener la terrible explosión demográfica que sufren los países africanos y asiáticos ( como muestra decir que si las cosas siguen como están, para el año 2090 habrá sólo en Nigeria el triple de habitantes que en toda África en 1900).
El problema de este discurso es que quien lo emplea corre el riesgo de ser tildado de gurú milenarista-catastrofista, puesto que los síntomas están lejos de ser concluyentes. Bueno, la estupidez humana puede llegar al extremo de negar las evidencias y de entregarse ciegamente al optimismo antropológico consistente en creer que ya se encontrarán soluciones, como por arte de magia. En realidad merecemos lo que se nos viene encima, aunque indigna pensar que las calamidades no caerán en los culpables del desaguisado sino en sus nietos.