En mi caso no hubo un día, ni un momento en concreto. Mi concienciación se produjo de un modo paulatino, progresivamente. Nunca me gustó comer carne y la evitaba si podía. No así el pescado, la leche, los huevos y la miel.
Nunca hubo un cick en mi decisión. De hecho ni recuerdo "mi última vez". Lo primero que dejé fué la leche. A pesar de que la bebía compulsivamente (por "culpa" de un médico) no me fué difícil dejarlo cuando tuve una mínima información de la atrocidad que conlleva su consumo. Además descubrí que cualquier leche vegetal sabe y sienta mejor.
El pescado fué poco a poco. Siempre con cuestionamientos éticos acompañandome a la hora en que lo comía. A ello ayudó el conocer de que forma se alimenta y mantiene a "lo" que nos venden en los super, me refiero a las piscifactorías, a lo antiecológico del transporte desde la otra parte del mundo, todas las especies que se llevan por delante la pesca del arrastre, etc... Me encantaba -sobre todo las sardinas- pero tampoco me resultó difícil dejarlo. Seguí con gambas, almejas y mejillones hasta que otro día sin saber cuando pues, stop!
Lo que más me gustaba en el mundo eran los huevos fritos y las tortillas. Pero la fortaleza interior que me da el saber que renuncio a un gran placer sensorial a cambio de no contribuir al sadismo horrible con el que se trata a las gallinas, codornices y demás aves me compensa con creces. Lo mismo puedo decir respecto a la miel.
Y nada. Así fué en mi caso.