Ahora bien, la transición anunciada pone a competir la producción alimentaria con la de combustibles en el acceso a la tierra, al agua y a los recursos. Un ejemplo concreto de esa situación se da actualmente en México. Como sus barreras aduaneras fueron desmanteladas en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) 10, México importa hoy en día el 30% de su maíz de Estados Unidos. La creciente demanda de etanol en este último país provocó una enorme presión en el precio del cereal, que en febrero de 2007 subió a su nivel más alto de los últimos diez años y provocó un aumento dramático en el precio de la tortilla, un alimento básico. Enfrentado a las manifestaciones de descontento de una población pobre golpeada en el estómago, el gobierno de Felipe Calderón, tras una reunión con las multinacionales de la industrialización y distribución de cereales, debió limitar el aumento del precio de la tortilla a un 40% hasta el próximo mes de agosto.
Aprovechando la coyuntura, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) publicó una serie de "estudios" que afirmaban que la salida de la crisis, para México, pasaba por la producción de maíz para agrocombustibles, y que "este maíz debe ser transgénico" 12.
A escala planetaria, la gente más pobre ya gasta entre un 50 y un 80% de sus ingresos familiares en alimentación. Sufren cuando los altos precios de los cultivos para combustibles hacen subir el precio de los alimentos. El International Food Policy Research Institute (Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, IFPRI) de Washington estimó que el precio de los alimentos básicos aumentará entre un 20 y un 33% en 2010, y entre un 26 y un 135% en 2020. Ahora bien, con cada aumento del 1% en el precio del alimento, 16 millones de personas caen en la inseguridad alimentaria. Si la tendencia actual continúa, 1.200 millones de habitantes podrían sufrir hambre de manera crónica para 2025 13. En este caso, la ayuda alimentaria internacional probablemente no será de gran utilidad, ya que nuestros excedentes agrícolas irán... a las reservas de nafta.
Mito nº 5
Los agrocombustibles "de segunda generación" están al alcance de la mano
A los promotores de los agrocombustibles les gusta tranquilizar a los escépticos afirmando que los combustibles que hoy en día se producen en base a cultivos alimenticios muy pronto serán reemplazados por otros más compatibles con el medio ambiente, como árboles de crecimiento rápido y el panicum virgatum (una gramínea que crece en matas y cuyo follaje llega a 1,80 metros de altura). Esto les permite hacer más aceptables los agrocombustibles de primera generación.
Saber cuáles son los cultivos que serán transformados en combustible no es pertinente. Las plantas salvajes no tendrán una menor "impronta ambiental", pues su comercialización transformará su ecología. Cultivadas de manera intensiva, rápidamente migrarán de los setos de arbustos y terrenos arbolados hacia tierras cultivables, con las consecuencias ambientales asociadas a ello.
La industria apunta a producir plantas celulósicas, genéticamente modificadas -en particular árboles de crecimiento rápido-, que se descompongan fácilmente para liberar azúcares. Teniendo en cuenta la proclividad a la diseminación ya demostrada por los cultivos genéticamente modificados, pueden esperarse enormes contaminaciones.
Toda tecnología cuyo potencial permita evitar los peores impactos del cambio climático debe ser comercializada a gran escala en los próximos 5 a 8 años. Una perspectiva muy poco probable en el caso del etanol extraído de la celulosa, producto que, hasta el presente, no implicó ninguna reducción en la emisión de carbono 14. La industria de los agrocombustibles está apostando a milagros.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que, en los próximos 23 años, el mundo podría producir hasta 147 millones de toneladas de agrocombustibles 15. Semejante volumen estará acompañado por mucho carbono, óxido nitroso, erosión, y por más de 2.000 millones de toneladas de aguas residuales. Por sorprendente que esto parezca, dicha producción sólo compensará el incremento anual de la demanda mundial de petróleo, actualmente estimada en 136 millones de toneladas por año. ¿Vale la pena?
Para las grandes empresas cerealeras, desde luego que sí. Se llamen ADM, Cargill o Bunge, son los pilares de la industria agroalimentaria. Ellas mismas están rodeadas de una cohorte muy poderosa de transformadores de materias primas, de distribuidores asociados por un lado a cadenas de supermercados y por otro a empresas agroquímicas, de semillas y de maquinaria agrícola. De cada cinco dólares que se consumen en alimento, cuatro corresponden a la actividad de estas empresas en su conjunto. Ahora bien, después de cierto tiempo, la parte de producción sufrió una "involución": como las cantidades crecientes de inversiones (inputs químicos, ingeniería genética y maquinaria) no redituaron en un aumento de las tasas de productividad de la agricultura, el complejo agroalimentario debe gastar más para cosechar menos.
Los agrocombustibles son la respuesta perfecta a esta involución. Subvencionados y en etapa de crecimiento, cuando el petróleo retrocede, facilitan la concentración en manos de los actores más poderosos de las industrias alimentaria y energética.
Desgraciadamente, la transición hacia los agrocombustibles padece una tara congénita: éstos entran en competencia con los alimentos por las tierras, el agua y los recursos. Desarrollados en extremo, serán utilizados para producir... agrocombustibles. Una propuesta patética desde el punto de vista termodinámico. "Renovable", en efecto, no quiere decir "sin límites". Incluso si los cultivos pueden volver a plantarse, la tierra, el agua y los nutrientes siguen siendo limitados.
De hecho, el atractivo de estos biocombustibles reside en su potencial de prolongar la economía basada en el petróleo. Con una estimación de un billón de barriles de reservas mundiales restantes de petróleo convencional, un barril de petróleo a 100 dólares no es una realidad muy lejana 16. Y cuanto más alto sea el precio del petróleo, más podrá subir el precio del etanol y seguir siendo competitivo. Por otra parte, es allí donde reside la contradicción para los agrocombustibles de segunda generación: a medida que los hidrocarburos se vuelven más caros, los agrocombustibles de primera generación se vuelven más rentables, desalentando así la inversión en el desarrollo de las generaciones que podrían seguir. Si el petróleo llega a los 80 dólares por barril, los productores de etanol pueden permitirse pagar más de 5 dólares por celemín (alrededor de 127 kg) de maíz, volviéndolo competitivo incluso frente a la caña de azúcar. La crisis energética mundial es potencialmente un premio de entre 80 y 100 billones de dólares para los grupos alimentarios y petroleros. No es sorprendente que no estemos invitados ni incitados a terminar con nuestros hábitos de "sobreconsumo".
La transición hacia los agrocombustibles no tiene nada de inevitable. Ya se han puesto en práctica muchas alternativas locales, conducidas con éxito en el terreno, al mismo tiempo eficaces a nivel energético y centradas en las necesidades de los habitantes, para producir alimento y energía sin amenazar al medio ambiente ni los medios de existencia. Deben asignarse límites -y no subvenciones- a la industria de los agrocombustibles. Sería inaceptable que los países del norte tiraran el fardo de su sobreconsumo hacia el sur del planeta, simplemente porque los países intertropicales gozan de más sol, lluvias y tierras cultivables. Es indispensable una moratoria mundial proactiva sobre el desarrollo de los agrocombustibles; es tiempo de concebir estructuras de regulación y de instaurar programas que permitan la preservación de los recursos. Hay que tomarse el tiempo de establecer una transición mejor; una transición agraria hacia la soberanía alimentaria y energética.
15 de Diciembre de 2009 · Le Monde Diplomatique*
0,264 galón = 1 litro.
George Monbiot, "If we want to save the planet, we need a five-year freeze on biofuels", The Guardian, Londres, 27-3-07.
The Washington Post, 25-3-07.
Miguel Altieri y Elizabeth Bravo, "The ecological and social tragedy of biofuels", 1-1-07.
The Ecologist, Londres, mayo de 2007.
"Plano Nacional de Agroenergia 2006-2011", en Camila Moreno, "Agroenergia vs. Soberania Alimentar: a Questão Agrária do século XXI", Brasil, 2006.
The Ecologist, ibid.
Annie Dufey, "International trade in biofuels: Good for development? And good for environment?", International Institute for Environment and Development, Londres, 2006.
Elizabeth Bravo, "Biocombustibles, cultivos energéticos y soberanía alimentaria: encendiendo el debate sobre biocombustibles", Acción Ecológica, Quito (Ecuador), 2006.
Canadá, Estados Unidos, México.
Desde la entrada en vigor del TLCAN, la agricultura mexicana, que empleaba a un quinto de la población, perdió 1,3 millones de empleos.
Silvia Ribeiro, ALAI-Amlatina, Quito, 17-5-07.
C. Ford Runge y Benjamin Senauer, "How Biofuels Could Starve the Poor", Foreign Affairs, Londres, mayo-junio de 2007.
Elaborar un producto ecológico y viable no es solamente un problema de extrapolación de tecnologías existentes, sino de desarrollos fundamentales en la fisiología de las plantas que permitiría, de manera económica y eficaz, llegar a descomponer la celulosa, la hemicelulosa y la lignina.
www.iea.org/Textbase/subjectqueries/index.asp
Caroline Lucas Mep et al., "Fuelling a Food Crisis: The impact of peak oil on food security", The Greens/European Free Alliance, European Parliament, diciembre de 2006