Gatos y perros


PERE Puigdomènech
Gatos y perros nos acompañan en muchos hogares y a menudo hasta se consideran de la familia. De hecho, cuando se habla de evitar el maltrato de animales se habla a menudo de ellos. Por eso mismo, si alguien nos propusiera un plato de carne de gato o de perro para comer, se montaría un escándalo. Esto es lo que ha pasado en Italia y en China.
Hace unos días, la televisión pública italiana, la RAI, expulsó al veterano Beppe Bigazzi, presentador de un programa de cocina, por haber propuesto platos de carne de gato. Según Bigazzi, él solo quería recordar que en tiempos de hambre durante la Guerra Mundial el gato había sido consumido en el norte de Italia. Y en China se prepara una ley para prohibir el consumo de perro, plato de la cocina tradicional.
Nos podemos preguntar por qué hay tanto revuelo por comer gato y perro, y no por otras especies. También hay conejos en casa; los cerdos enanos se han puesto de moda sin que nadie se plantee prohibir las salchichas de Frankfurt, y se come caballo, una especie con la que también tenemos una relación especial. En Zúrich, un fiscal se hizo famoso el mes pasado por llevar a los tribunales a un pescador acusado de haber dejado un pez (un lucio de cinco kilos) 10 minutos fuera del agua antes de morir. Un referéndum en toda Suiza acaba de rechazar generalizar esta función de la fiscalía.
Nuestras relaciones con los animales nos llevan a una notable esquizofrenia: queremos protegerlos cada vez más, pero al mismo tiempo apreciamos comer carne. Hay sociedades como la esquimal o la masai que se alimentan esencialmente de productos animales y sabemos que las proteínas animales son un buen componente de nuestra dieta. Es posible que sea bueno reducir el consumo, entre otros aspectos por su contenido de grasas. Además, hay que recordar que por un kilo de carne de buey es necesario gastar 15.000 litros de agua, mientras que por uno de pollo solo 3.900. Por lo tanto, parece prudente moderar el consumo de cierta carne y escoger qué comemos. Y, además, cuidar de que no nos den gato por liebre.