Artículo publicado en el diario "La Humanitat" (Portavoz de ERC al exilio).
2ª época, núm 87-88.
París, 1º de abril de 1948
CARTA DE NUEVA YORK
"Pan y toros"
Por Jaume MIRAVITLLES
El "che" Rovira, como le llaman en España ha fracasado, según he leído en los diarios, en su intento de implantar las corridas de toros en Argentina. Se ha alegado que la "fiesta" una de las cosas más representativas de la "Madre Patria", su brutalidad, el llamamiento que hace a los instintos crueles de la masa, han sido considerados "fuera de lugar" en Argentina.
Como catalán tengo mis ideas propias sobre los toros. Me apresuro a decir que soy un aficionado. Hijo de Figueres, he heredado de aquella extraordinaria capital, además de mi "federalismo histórico", la afición a las corridas de toros. Mi padre, "federal de toda la vida", se puso corbata negra el día que murió Espartero. Pero si un día yo llego (que Dios lo evite a los catalanes), a la dirección política de mi país, una de las primeras decisiones que tomaría sería, precisamente la abolición de las corridass de toros.
Me explicaré.
He seguido desde sus inicios, la elaboración de las llamadas ideas "freudianas". He leído con la atención y el respeto que se merecen, no sólo todas las obras del gran sabio vienés, sino incluso las de sus continuadores, Adler y Jung, tal vez más interesantes que los del mismo maestro desde el punto de vista político-social. Conozco, pues, la teoría de los "complejos" y de las "descargas emocionales". El fascismo se ha podido explicar con la ayuda de éstas dos extraordinarias aportaciones científicas del freudismo. He aquí las líneas generales de la teoría. Las masas proletarias sufren de un terrible complejo de inferioridad fruto, tanto o más que del bajo nivel de su situación económica-social, del papel infrahumano que juegan en el sistema moderno de la producción. El obrero de una fabricación "en cadena", no participa en la elaboración del producto sinó de una manera muy indirecta. No tiene nunca ante su espíritu la idea de la unidad y de la armonía de su trabajo. El zapatero hace "todo" un zapato. Su personalidad está "toda" en su obra. Lo mismo el carpintero, el pintor y, todavía más, el panadero. Hacer panes es sentirse Dios y repetir cada día el milagro de la multiplicación. En las fábricas Ford hay un obrero cuya misión consiste en abrir y cerrar, durante las ocho horas del día y durante los 365 días del año, las puertas del automóvil que pasa cada veinte según delante suyo, para verificar si el sistema "funciona". Este trabajo fraccionario, esta ausencia de armonía y de sentido de unidad da en las masas sometidas a su acción un sentido de rebelión que se traduce en el mito de la Revolución Social. La Revolución Social al dar al estamento obrero la dirección política y económica de la nación restablece la unidad y la armonía espirituales perdidas en el trabajo en cadena. Los artesanos, que no han perdido el sentido unitario de su trabajo, no siguen las ideologías de la Revolución Social y constituyen el ala moderna y tolerante del movimiento obrero. En todos los países del mundo, el sindicalismo extremista se apoya, sobre todo, en las masas obreras utilizadas en las fabricas que producen "en cadena". En los Estados Unidos estas masas están en el CIO, sede del extremismo social americano. Si remarcamos que los salarios de los obreros que trabajan en el sistema de producción "en cadena" son sustancialmente más elevados de los que trabajan en el sistema más o menos artesanal, nos daremos cuenta que el móvil que empujas a ciertos sectores de la clase obrera al mito de la Revolución Social, no es exclusivamente económico.
La característica histórica del fascismo (hago exclusivamente mención de los fascismos italiano y alemán), es que desvió este sentido de rebelión de las masas sometidas al trabajo en cadena llevándolas del mito de la Revolución Social, al mito de la superioridad de la Nación o de la Raza. El remedio fue peor que la enfermedad, ya que al integrar la rebelión obrera en la rebelión nacional hizo inevitable la guerra.
Los Estados Unidos es el país clásico de la "producción en cadena", y, en cambio, es el único país de gran desarrollo industrial donde| las masas obreras, incluso las más extremistas, no parecen sensibles al mito de la Revolución Social. ¿A qué será debida esta contradicción aparente? A mi entender, al hecho de que el sistema americano ha sabido desviar la "descarga emocional" de sus masas de los dos mitos más violentos de la historia: la revolución y la guerra. Esta desviación se ha producido mediante la combinación de dos elementos de la savia y contextura de los cuales constituyen el fundamento espiritual y humano de la civilización americana: LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES (no confundir con el sentido de la igualdad absoluta proclamada por la Revolución francesa) y LOS DEPORTES. Mediante el mito de la igualdad de oportunidades se ha eliminado el complejo de inferioridad de las masas. Si Ford empezó como mecánico, no hay ninguna razón porqué que TODOS los mecánicos no puedan ACABAR como Ford. El mito es tan fuerte que nadie ha hecho caso de un interesantísimo estudio que señala que desde 1918 sólo UNA FAMILIA ha podido entrar a la categoría de las sesenta familias más ricas de los Estados Unidos. Mediante los deportes (y ahora entramos en el tema central de nuestro artículo), las masas americanas sufren una descarga emocional al menos cada domingo, descarga que las deja exhaustas y somnolientas durante las horas en que, de lo contrario, fermentaría su rebelión.
Que ésta es la misión del deporte, lo podríamos demostrar con mil textos de pensadores sociales y de científicos. Que ésta es la misión concreta de este tipo de deporte español que son los toros, lo prueba un testimonio de calidad, la Academia de la Lengua y una de las autoridades de la "fiesta" el Sr. Francisco de Cossío, al hacer las afirmaciones siguientes en un artículo suyo publicado recientemente en Madrid:
"Yo creo, sin embargo, que si a las carreras de toros les sacamos ESO QUE TIENEN DE FUNCIÓN SOCIAL I POLÍTICA, quedan reducidas a un espectáculo bárbaro y cruel, que no puede admitirse ni consentirse por la autoridad competente". En otras palabras, que si a los toros no puede ir sino la gente de dinero y se tienen que quedar en casa, por la carestía de las localidades, las clases populares, las corridas de toros tienen que ser suprimidas. Esta posición tiene más profundidad de la que algunos puedan pensar. La crueldad, de una parte y el riesgo, de la otra por muy bien servidos que estén para el arte, no pueden constituir en ningún caso una diversión de millonarios. Hoy topamos con un menestral y le preguntamos si ha visto torear éste o aquel otro torero e inmediatamente nos contesta que no. Antes se decía que los pobres empeñaban el colchón para ir a los toros: HOY NO HAY COLCHONES PARA EMPEÑAR. Las corridas de toros constituyen una fiesta inalcanzable para las clases populares, y por alguna cosa se ha llamado a esta fiesta, fiesta nacional. Los toros, como función social, dentro del carácter y del temperamento de los españoles, eran una escapatoria de las pasiones que quedaban allí en la plaza, aplastadas contra la arena, manchadas de sangre, bajo la luz del atardecer. Un circo taurino provocaba la gran descarga de los malos humores. Era, de una parte, el agotamiento del entusiasmo y, de la otra, EL DESGASTE DE TODAS LAS RESERVAS DE INDIGNACIÓN. La salida de los toros daba a los individuos un equilibrio humano perfecto. Ya no había más gaznates para gritar, ni deseos de protestar, ni ganas de discutir. Después, durante la semana, ya tenían aquellos espectadores un tema importante de conversación. Media semana para charlar de la corrida que habían visto y la otra mitad para pronosticar la que irían a ver. Durante este tiempo, en las tabernas, bares, barberías, patios del vecindario, talleres y obradores, no se hablaba nada más que de toros. Si, ya lo sé que muchos dirán que eso va contra la cultura, pero yo creo que cuándo los estamentos populares tienen un tema de conversación apasionado, que se refiere al juego hiede, no HABLAN DE OTRAS COSAS QUE PUEDEN OCURRIR MUY PERJUDICIALES A LA SOCIEDAD”
"... no se trata de una tesis arriesgada ni mucho menos de una posición paradójica. Se que si la gente que por su posición popular habla de otros temas QUE TIENEN MÁS PELIGRO, ahorrará sus reservas de pasión para malgastarlas en ACTOS MÁS CRUENTOS Y GRAVES. Ya sé, ya sé que a las corridas de toros van ahora muchos nuevos ricos que, en el fondo, también son pueblo; pero entre los grandes privilegios que suma tener dinero, no tenemos que contar el de adquirir el derecho de ver el martirio de un animal noble y emocionarse con el riesgo de la vida de un hombre. O los toros sirven PARA QUÉ EL PUEBLO DESCARGUE SUS MALAS PASIONES, o constituyen un espectáculo indigno de una nación culta".
Esta última frase justifica, pues, de forma sobrera la decisión argentina de no autorizar las corridas de toros en el país.
(...)