y de paso pongo este texto que ha escrito estos dias, ya que el anterior es del 2007.
¡ BASTA !
Posted by Xavier Bayle on 16 Mar 2010
“Y desde el infierno, desde este infierno, ganaremos la luz”
León-Felipe
¡ BASTA !
Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a algunas de las comparecencias que en el Parlament de Catalunya se llevaron a cabo con motivo de la Iniciativa Legislativa Popular iniciada por la Plataforma Prou, con la finalidad de prohibir y seguramente abolir las matanzas de toros en el territorio catalán. Los argumentos de unas y otras ponentes fueron diversos y algunos ciertamente encomiables, según mi punto de vista, quizás un poco cojos en algunas de nuestras participantes y bastante manidas y poco consistentes por las del bando de la no prohibición, eso seguro.
No disimulo que estaba tremendamente interesada en escuchar a las taurófobas, quería saber cómo piensan, qué les ronda el cacumen, y de qué modo “la estupidez piensa” -citando a Cocteau-, con la misma saludable intención que tuve años ha leyendo “Mein Kampf” o “El Príncipe”, o me meto en alguna página taurófoba para echarme a llorar del nivel intelectual del pueblo llano en pleno siglo XXI, reafirmándome así de que la liberación animal es el más directo camino hacia la nuestra. Sin embargo durante las ponencias me surgieron montones de nuevas preguntas y perspectivas, preguntas del tipo de si prohibir es legítimo, por ejemplo. Las detractoras parlamentarias de la prohibición por ese camino de la libertad debieran dejarse de demagogia y recordar que en el Parlament, al igual que en cualquier órgano de poder, prohibir y permitir son asuntos rutinarios y mensuales si no semanales; lo que sucede es que cuando alguien nos prohíbe algo que nos gusta o nos conviene ( no olvidemos que las representantes de los partidos políticos sirven a sus votantes porque son ellas quienes suman números a su cuenta corriente ), entonces echamos mano de cualquier objeto contundente que tengamos a mano para defendernos, bien sean armas blancas o batidoras de tres velocidades, y como es una guerra vale todo.
Servidora de nadie no estuvo en Treblinka en el año 1943, sin embargo delezno lo que allí sucedía, no estuve en Vietnam durante la invasión yanqui, ni he estado en la Maestranza de Sevilla en los días que el ruedo arde de unidad nacional, ni en las calles de Barcelona años 20 cuando las carreteras que trabajaban en los mercados molían a golpes a “sus bestias de tiro” cuando no rendían, ni he estado en las minas de carbón belgas de hace cien años cuando arrancaban a los caballos los ojos antes de bajarlos al lugar donde trabajarían toda la vida hasta que reventaran. No, no he estado en los mercados chinos de gatos desollados, ni he estado en los campos castellanos donde a los galgos cazadores que no cazan se les deja “escribiendo a máquina”, es decir con un alambre alrededor del cuello atado a un árbol y con las patas de delante apenas tocando el suelo, con la intención de que se ahorquen lentamente por agotamiento. No he estado en el patio trasero donde aquel repugnante hijodeputa partió en dos a un gato con una catana, lo grabó en un teléfono móvil y lo distribuyó a sus amigas. No he estado en los autos de fe de Torquemada, ni en la sala de laboratorio afiliada a la Bayer donde un perro expira con la médula espinal expuesta para testar algún rentable ansiolítico, no he estado jamás ni siquiera en las granjas chinas de bilis de oso luna, donde los hígados de estos plantígrados son “ordeñados”, cautivos en diminutas jaulas. No he estado en casa de aquel tipo que destruyó psicológicamente a la mujer que vivía durante años con él hasta que ella desesperada se arrojó por el balcón con su hija, ni he estado en la Roma donde cada año se inmolaba un perro rojo al dios Robigo para que la cosecha de trigo fuera buena, ni he estado en las arenas mexicanas donde dos canes se despedazan para satisfacer los bolsillos a ex-personas que luego acabarán sin duda con la garganta rajada tiradas en cualquier basural por motivo de alguna rencilla derivada de la trata de blancas o de narcóticos ilegales. No he estado en muchos de los lugares del mundo y de la historia donde el horror se ha manifestado por mano humana, consciente y libre, muchas de esas veces popular y democráticamente, ni necesito pertenecer a ninguna cultura que me pretenda convencer de que la mujer sin clítoris es más mujer o que el hombre con automóvil es más hombre. Ciertas curiosidades culturales, incluso siendo repugnantes ( por ejemplo las crucifixiones voluntarias en Filipinas ), puedo comprenderlas sin aceptarlas, otras, simplemente no, porque precisamente es la voluntariedad o no voluntariedad del ser vivo sufriente quien determina lo ético del asunto. Y podéis imaginaros que en las corridas de toros ni el astado ni los caballos están de acuerdo con su papel.
Las corridas de toros provienen del embrionario Renacimiento Europeo, donde a las gentes se les pudrían los dientes de no cepillárselos, y la nobleza hedía por el cuerpo y por los intestinos, donde el pueblo llano vapuleaba a sus hijas y se ejecutaba a las ladronas y colgaban de los pies a las puertas de la ciudad. Las corridas de toros provienen de una época donde las mujeres eran consideradas sacos analfabetos y se despellejaban vivos a los animales “de consumo” porque así se desprendía mejor la piel. Las corridas de toros provienen del rancio abolengo de una cultura que trepanaba vivos perros, gatos, cerdos y todo tipo de bichos para ver cómo latía su corazón en lecciones magistrales de doctoras -los albores de la vivisección-, mientras sus aullidos retumban todavía en los muros de las universidades actuales. Las corridas de toros provienen de una época en que era una alegría un niño nacido en una casa, pero un a carga si nacía niña, y donde hermosísimas muchachas pagaban su disidencia social con acusaciones de brujería y quemas públicas. Las corridas de toros tienen un origen militar, como el agente naranja, el napalm, la bomba atómica, las bombas de racimo, las minas antipersona, las mutilaciones y las torturas, las deformaciones genéticas por uranio enriquecido o las epidermis abrasadas por proyectiles de fósforo blanco. Las corridas de toros proceden de unas horribles épocas que conviene ir superando para no asfixiarnos con nuestros propios vómitos, para que respiremos aire un poco más puro. Abolirlas debería formar parte natural de nuestro avance. De nuestro avance hacia delante, quiero decir.
Pero vivimos tiempo donde se trata de institucionalizar la barbarie, y ahora más que nunca a la víctima le toca comprender a la verduga. Durante las ponencias en el Parlament se habló del amor de la ganadera y la taurófoba por el toro, un amor enfermo porque no se daña lo que se ama, NUNCA. Aunque la Ejpaña angosta siga no comprendiendo esta sencilla ecuación, enumerando una a una el centenar de mujeres muertas por violencia de género en el territorio peninsular y sabiéndose que existen cuatrocientos mil varones que inflingen violencia física o psicológica a sus compañeras o ex-compañeras cada año, con estos números ¿ todavía podemos hablar de un “carácter nacional sano”?. Ejpaña está enferma, por acción y por omisión, por activo y por pasivo, por asesinato y por silencio cómplice. Y sucede lo mismo con las corridas de toros, donde la amante asesina a la figura amada. La sangre exasperada que caracteriza la hispanidad encuentra su claro exponente en los linchamientos públicos, y ahí se universaliza y exporta, por ello se hallaba un placer morboso en las ejecuciones, en las peleas de animales ( humanos y no humanos ), en las guerras y las matanzas, la violencia primitiva expulsando su bilis toma formas diversas, y ahora pretende tomar la forma de decreto ley.
Se habló también de ejercicios de memoria y de olvido, de ecología (de 6,5 millones de hectáreas de dehesa en Ejpaña sólo 600.000 son dedicadas a la cría de toros, ni siquiera un 10 por ciento…), de los tres dolores que padecemos los mamíferos ( el neurológico, el psicológico y el fisiológico ), se habló de los gritos del toro que no eran sino las llamadas de auxilio que todos los animales sociales tenemos. Lo cual presentó un tema importante, al menos en lo que yo pude presenciar: el de la identidad popular, el rito, el rasgo, el carácter, la fiesta… que no es otra cosa que una nueva demagogia, porque en las corridas de toros, como en la matanza del cerdo, un partido de futbol, un concierto de música o una misa son actos de masas donde la natural tendencia grupal a hacer algo en común se ve degenerada sin embargo por el victimario. El calor de la tribu nos pertenece desde el principio de nuestros orígenes, es en eso donde debemos concentrarnos, no en los aditivos que -dicen- la hacen posible. Matar un cerdo no es hermoso, es repugnante, zafio y obsoleto, lo agradable del momento sin duda son las canciones tarareadas, las risas, los tragos de vino, la complicidad de la riqueza común, el gesto solidario… eso sí vale la pena mantenerlo, pero buscando otros métodos donde no pierdan siempre los mismos. Igualmente sucede con las corridas de toros, donde la gente que ama la parafernalia y el escenario aprenda a mantenerlos sin necesidad de ejecutar y torturar a un ser vivo sensitivo, porque entonces, si necesitan matar y torturar a un ser vivo sensitivo, los últimos cuatro mil años de ética no han servido para nada. Y la voluntad individual del derecho a las corridas de toros coarta y anula la voluntad individual de que ello no suceda, ya no por preferencias propias sino por ética, por empatía hacia otro ser vivo. ¿ La libertad de una empieza donde acaba la de las demás ?, eso es mentira, bastaría sólo saber aprender a vivir sin parasitar de las demás.
.............