Exposición humana a disruptores endocrinos
La exposición de los seres vivos a los disruptores endocrinos es universal, ya que se encuentran repartidos por todo el mundo
como consecuencia de un empleo generalizado. Contribuye a ello su baja biodegradabilidad, el transporte a otros lugares por
el aire, el agua y la bioacumulación en la cadena trófica. Además, los compuestos acumulados en la grasa son transmitidos a
la descendencia a través de la madre durante la gestación y después de la lactancia.
Los compuestos químicos que son disruptores endocrinos se encuentran presentes en ciertos productos de uso cotidiano: en
el revestimiento de las latas de conserva (Brotons et al, 1995; Kang et al, 2003); el plástico con el que están fabricados los
biberones (Brede et al., 2003); el espermicida que llevan incorporados los preservativos (Sonnenschein y Soto 1998); el
producto que se usa como sellador blanco de los dientes (Olea et al, 1996, Pulgar et al, 2000); algunos materiales de uso
sanitario; detergentes industriales (Rudel et al, 2003); filtros solares (Schlumpf et al, 2001, 2004); cosméticos (Hoppin et al.,
2003) y pesticidas (Sonnenschein y Soto 1998). La lista es interminable lo que hace pensar que la exposición humana es
masiva y universal.
Las formas de exposición y las vías de entrada de los contaminantes hormonales son muy diversas, pero debido a su
acumulación en la cadena alimentaria, la vía digestiva es la principal ruta de exposición para el hombre. Tanto es así que la
composición de las mezclas lipofílicas encontradas en los tejidos humanos varía de acuerdo con las diferencias regionales en
el uso de estos compuestos y con los hábitos dietéticos de las poblaciones expuestas (Woodruff et al., 1994).
Para la mayoría de los productos químicos descritos hay un patrón de incremento de la carga corporal con la edad. Ello es
probablemente la consecuencia de tres factores (Ahlborg et al., 1995): 1. La acumulación de los productos a través del
tiempo. 2. La mayor exposición en personas de mayor edad debido a que vivieron en periodos de gran uso de derivados
organoclorados. 3. El metabolismo más lento y la imposibilidad de detoxificación a través de lactancia o embarazo en
individuos de mayor edad.
Debido a la lipofilidad de muchos de los disruptores endocrinos, los compartimentos comunmente analizados para estimar la
carga corporal de los mismos son los que tienen un significante componente lipídico: tejido adiposo, suero (Archibeque-Engle
et al., 1997; Longnecker et al., 1997; Stellman et al., 1998; López-Carrillo et al., 1999; Rivas et al., 2001; Pauwels et al.,
2000; Waliszewski et al., 2001; Covaci et al., 2001; Botella et al., 2004) y leche (Cok et al., 2002; Solomon et al., 2002;
Kunisie et al., 2004). Otros compartimentos en los cuales se han encontrrado residuos de disruptores endocrinos son fluidos
de quistes mamarios (Blackwood et al., 1998), cordón umbilical (Rhainds et al. cols., 1999; Butler et al., 2003), hígado y
pulmón (Weistrand et al., 1997) que han sido investigados como medios potenciales de medida.
Disruptores endocrinos y enfermedad
Los datos epidemiológicos parecen demostrar que los desórdenes de carácter reproductivo han incrementado durante los
últimos cuarenta años. Una caída significativa, próxima al 50%, del contaje espermático en el hombre se ha descrito para el
periodo 1940-1990. Las alteraciones en el desarrollo del sistema genitourinario, entre ellas el criptorquidismo, o no descenso
testicular, frecuente en el hombre y asociado con el cáncer de testículo y con infertilidad, son cada vez más frecuentes. Se ha
sugerido la hipótesis de que la exposición a disruptores endocrinos pudiera estar ligada al incremento de estas patologías
(Skakkebaek, 2003).
En la mujer, el incremento de ciertas patologías asociadas con nuestro tiempo, como es el cáncer de dependencia hormonal,
ya sea mama u ovario, y el alza en la incidencia de los nuevos casos de esterilidad ligada a endometriosis, entre otras,
podrían estar relacionados también con la exposición inadvertida a los disruptores endocrinos. De hecho, son múltiples los
trabajos que con mas o menos éxito han tratado de establecer la relación entre pesticidas organoclorados y cáncer de mama
(van't Veer et al, 1997; Hoyer et al., 2000; Wolff et al., 2000; Mitra et al., 2004; O'Leary et al., 2004; Ibarlucea et al., 2004).
La exposición a los compuestos químicos con actividad hormonal no tiene por qué tener la misma repercusión sobre todos y
cada uno de los individuos expuestos. Destacan, como un momento crítico, las etapas embrionaria, fetal y la primera infancia.
Se cree que la exposición uterina, tiene consecuencias de tal magnitud que difícilmente se sospecharían en estudios
realizados sobre individuos adultos. Esta asociación confiere a la exposición materna unas peculiaridades muy particulares y
coloca a la mujer en edad fértil en el centro de atención de la mayor parte de los estudios en disrupción endocrina.
El problema de la exposición humana a los disruptores endocrinos y las consecuencias sobre salud puede ser investigado
desde diferentes aspectos y con propósitos muy distintos. Resaltan, entre estas diferentes aproximaciones, los estudios
clínico-epidemiológicos que tratan de establecer relaciones entre exposición a disruptores endocrinos y la frecuencia de
presentación de una determinada enfermedad. Este proceso parece sencillo, pero requiere la definición de instrumentos para
la medida de la exposición y de las variables que una vez cuantificadas permitan clasificar a los pacientes de acuerdo a su
grado de exposición. La medida de exposición a disruptores endocrinos es, más que nada, compleja. De una parte porque la
información sobre la producción, uso y aplicaciones de los compuestos químicos incluidos bajo esta denominación es muy
escasa. De otra, porque no se dispone de tests adecuados para su identificación y catalogación, ya que estos sólo se han
desarrollado para actividades hormonales estrogénicas y androgénicas. Además, porque la medida de compuestos químicos
de forma aislada puede que no dé la información requerida sobre el efecto biológico que es necesario investigar. Por último,
porque el censo de disruptores endocrinos parece no estar acabado.
http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10...%283%29_03.pdf