Consignemos ahora el modo de preparación siguiendo las sabias directrices dadas por el propio Joseph Roy en 1925.
En un recipiente de un litro se pone, “en condiciones rigurosas de asepsia”, una mezcla de jugo pancreático y suero glucosado.
A continuación se decapita un pato de Berbería del cual se extrae el hígado y el corazón. Pregunta (que ya nos hacíamos anteriormente): ¿por qué ésos y no otros órganos? Respuesta:
Respecto al corazón, podemos suponer que este órgano es en la tradición cultural occidental el centro de la vida y, además, es el que hace circular la sangre en la que se encuentran profusamente los oscilococos fantasmas.
Respecto al hígado, el propio Roy nos ha dejado un comentario muy revelador sobre su arcaica forma de pensar:
los antiguos veían en el hígado un lugar de sufrimiento aún más importante que el corazón; sentimiento profundamente justo, pues es a nivel del hígado donde se realiza la modificación patológica de la sangre, es allí donde la cualidad de la energía de nuestro músculo sanguíneo se transforma de una manera duradera, unas veces leve, otras grave.
Dichas estas doctas palabras, sigamos con la elaboración del potingue, para lo cual
añadimos a la mezcla ya preparada entre 35 y 37 gramos de hígado junto con 15 gramos de corazón de los susodichos patos. A continuación ponemos todo ello en “incubación” durante 40 días, pasados los cuales las visceras del pato son “auto-lisadas”, es decir, los tejidos se descomponen ellos mismos sin contaminación de origen externo. El autolisado filtrado constituye el origen a partir del cual se prepara el remedio, a saber: la 200 dilución korsakoviana, que equivale aproximadamente a la séptima dilución centesimal (7CH). He ahí el oscillococcinum expendido con tanto éxito en nuestras farmacias.