Como seres conscientes de sí mismos, de su muerte y por ello, irremediablemente locos de atar capaces del mayor de los males o el mejor de los bienes, necesitamos puntos de referencia morales que sustituyan aquello que estaba pautado por naturaleza. Estamos atrapados en un mundo moral porque, en un principio, sabemos que nuestra supervivencia va en ello. Necesitamos normas básicas de convivencia. En un estadio más elevado de comprensión más allá de esas normas convenidas, reconocemos también que el daño realizado a otro ser es devuelto de una a otra manera al mercadeo mundial de la cadena de favores e influye en el estado de nuestra propia conciencia y su fragilidad. De ahí vienen todas las formas éticas y religiosas que acompañan a nuestras culturas y de ellas se alimenta a las nuevas generaciones que maduren o no en su concepcion espiritual del mundo que les rodea, ya habrán sido diseñados hacia un mínimo respeto hacia los demás. Eso no quita, claro, que algunas piezas salgan deformes.