Me alegró encontrarme con este artículo. Sin embargo, se presentan las razones antropológicas, religiosas, nutricionales y ecológicas que han explicado históricamente o pueden justificar una reducción del consumo de carne, mientras que las razones éticas brillan por su ausencia. Tampoco tiene desperdicio la aportación de la Dra. Izquierdo-Pulido que afirma que “en niños no me parece recomendable una pauta estrictamente vegetariana”, pasando por alto las consideraciones de la asociaciones nutricionistas más prestigiosas que afirman que las dietas vegetarianas y veganas bien planificadas son adecuadas en cualquier etapa de la vida. Y yo me pregunto, si para tratar sobre, pongamos, el cáncer de páncreas se busca un experto en el tema y no un experto en diabetes, por ejemplo, por qué en este caso no hacen lo mismo y le dan la palabra a un experto en nutrición vegetariana y vegana? Además salta con el tema de la espirulina, que cualquier vegano un poco informado sabe que no sólo no aporta B12 sino que evita su absorción.
Y como no, otra vez la mentira de que Hitler era vegetariano. Es verdad que evitaba tomar carne por problemas de salud, pero no renunció a sus platos de carne favoritos. De hecho, cuando estuvo en el poder disolvió las sociedades vegetarianas del país y persiguió a los vegetarianos alemanes.