Iniciado por
Alma_Animal
No sé cuántos tienes tú, o si tienes, o de dónde los recogiste, pero te voy a contar sobre mis cinco amigos felinos: recogidos todos de la calle poco a poco, la primera abandonada con dos hermanitos, cada uno cabía en una mano, dentro de una caja al lado de un contenedor de basura. El segundo, abandonado por unos vecinos de una amiga, se ponía en una esquina de la puerta de su patio con una cara de triste y de miedo y sin saber qué hacer, se subía a un arbol cuando aparecía otro gato y se quedaba ahí todo el día aterrorizado. El tercero, encontrado en el cauce del río (por donde hay colonias pero a él no le aceptaban, y por donde encontré a otro gato ahogado, y a otro, arriba en la carretera, atropellado), perseguido por perros enormes, flaco, con tiña, gusanos y parásitos de todo tipo (mi veterinario se quedó uno de ellos en un frasco para su colección de monstruos porque era enorme y rarísimo, como un alien), ácaros, pulgas, heridas, y las heces que hizo los dos o tres primeros días en casa parecían alquitrán. La cuarta, en un polígono industrial, siempre triste maullando, preñada, pidiendo comida desesperadamente, la gente la ahuyentaba con el pie diciendo "¡fuera, bicho!", sucia como ella sola, con parásitos y pulgas, el cacharro del agua lo usaban los tabajadores como cenicero, el agua marrón y llena de colillas. La quinta, abandonada por mi vecindario, se dejaba coger por cualquiera (peligrosísimo para un gato en la calle, a la merced de los sádicos que les hacen lo que ya sabemos), para asegurarme antes, pregunté por el vecindario y la gente decía que entraba en sus casas por la ventana de los bajos, que más que comida pedía amor y cariño, preñada y con ácaros.
Ahora felices los cinco, grandotes, sanos, desparasitados, esterilizados, tranquilos, cuidados, bien alimentados (pienso vegano, por si te preguntas), cariñosíiiiisimos todos, les encanta dar abrazotes y acurrucarse contigo en la cama ronroneando (y si no tienes tiempo un día para darles un abrazón de un rato porque vas con prisa, se quedan con una cara triste que te dan ganas de llegar tarde por dejarles contentos).
A otros que he sacado de la calle y a los que he esterilizao y encontrado hogar, cuando voy a verlos se les ve felices, sanos, y millones de veces mejor que donde estaban, y con un buen extra: vivos.
Y sí, les gusta estar toda su vida "encerrados" en mi casa. De hecho, les encanta. Y cuando viene alguien que no conocen, cuatro de ellos se esconden porque deben conservar la memoria de los humanos malos cuando estaban en la calle (menos la primera que no llega a recordar la miseria porque era un cachorrín de nada y ha vivido conmigo prácticamente toda su vida).