Lo que pasa es que cuando la carne llega a nuestra mesa, ha pasado por tantos procesos, que nos llega una porción impecablemente empacada y no tenemos ni idea de lo que pasó el animal antes de convertirse en trozo de comida.
Cuando empecé a ver cómo morían los animales (y eso que me cogió en mi época existencialista) me replanteé muchas cosas. A mi papá le gusta pescar y yo me moría de la tristeza viendo al pez ahogarse clavado en un gancho. Luego no era capaz de comerlo.
Entonces, surgió la contradicción: ¿si no lo ves morir, lo comes? Bah, me sentía hipócrita.
También me parece que de todos los tipos de carne, la de pescado ha de ser la más sana, pero ahora no me siento capaz de llevarme uno a la boca porque no veo en él un alimento, sino a un ser.