Desde su casa de acogida nos cuentan esto de Nurko, con su broche blanco en el pecho:
"Este panterita negra tiene un motor interior que no para de ronronear, cada vez que subimos a verle y a jugar con él se pone en marcha.
Una costumbre muy curiosa que tiene es que después de saludarlos, ronronear y frotarse con nosotros se pone a comer, tengo la sensación de que la comida no disminuye de una visita a otra, que solo come cuando estamos presentes, ¡menos mal que vamos a menudo!, porque hay que reponerle el pienso frecuentemente."