Cuando uno se aleja de los soplos divinos, y ahonda en la ciencia de la mente las diferencias desaparecen.
La memoria, los recuerdos, las sensaciones, los miedos, las emociones, el amor reproductor, el amor parental, el amor afectuoso, las depresiones, las tristezas, las alegrías, el dolor, la pena, los días de bajón y los días de euforia, la ilusión...todo responde a interacciones neuronales, interacciones neuroendocrinas, interacciones neuotransmisoras....
No puede haber científico que conozca la fisología del sistema nervioso y que no conozca el motivo buiquímico de las sensaciones antes descritas, no estamos tristes porque tengamos un alam mágica que dios nos ha dado, sino por una alteración de los patrones de secreción y recepción de nuestras hormonas y neurotransmisores. Los mismos que en el resto de vertebrados, y casi idénticos en el resto de metazoos.
La inteligencia medida por mnecanismos humanos no debe ser PATRÓN para gradar los derechos, ya que, como toda máxima, debe ser extrapolable, y por la cual, personas con retrasos, autismo..y otras patologías supondrían a muchas personas OBJETIVAMENTE menos inteligentes que el resto de animales. No podemos valorar la vida por la INTELIGENCIA, sino por los SENTIMIENTOS. Y a nivel de SENTIMIENTO, todos los animales somos iguales.
Si consideramos válido la descripción de inteligencia más antropocentrista como herramienta otorgadora de derechos, cualquier ordenador tendría más derecho a la vida que cualquier persona.