Es cierto lo que dices, pero yo quiero pensar que todos nacemos con cierta sensibilidad y empatía que en muchos casos se va "adormeciendo" a lo largo de los años, es verdad que de niño se hacen algunas barbaridades, pero creo que es una etapa destructora por la que pasamos todos que tiene más que ver con la curiosidad que con la crueldad, y justo en ese momento los padres juegan un papel importante en el que frenarán o fomentarán esa conducta.
A mí mi abuela me contó varias historias que le ocurrieron, una con unos gatitos recién nacidos a los que enterró su padre (os ahorro los detalles pq es muy,muy,muy chungo)cuando ella era pequeña, dice que estuvo varios días angustiada por los gatos y que ni siquiera podía dormir por las noches. La otra anecdota fue ya de mayor, cuando compró un cerdito con la intención de criarlo para comerlo, resulta que iba con el cerdo detrás por todo el pueblo como si fuese un perrito faldero, cuando llegó el momento le daba tanta pena pensar en matarlo que creo que lo vendió porque sabía que no iba a poder comer nada del cuerpo de aquel cerdito. Esto lo cuenta como diciendo, "mira que tonta era", como si el hecho de compadecerse por otro animal fuese un rasgo de inmadurez y una niñería. Y por desgracia, así lo ven muchos; defender a los animales, es una sensiblería casi infantil, un defecto de la personalidad que hay que eliminar porque no casa con el mundo en que vivimos, cuando precisamente ese rasgo sensible es lo más valioso que tenemos como humanos y lo que habría que potenciar desde pequeños.