Los padres del ciclista holandés (Wagemingen, 1977) también eran vegetarianos, pero quisieron enseñarle al pequeño Maarten que tenía que comer de todo. Le explicaban: "Hay que comer todo lo que se cocina". Lo hacían para que su hijo no fuera un chico con problemas. "No querían que me sintiera distinto y lo pasase mal cuando iba a comer a casa de mis amigos. Pero yo no podía con la carne. ¿Qué hacía? La iba apartando poco a poco a un lado del plato y cuando nadie se daba cuenta la tiraba. Cuando me preguntaban si me había gustado, yo decía que sí, claro, que todo estaba muy rico", ríe el holandés, cuya esposa, Petra, embarazada del primer hijo de la pareja, también es vegetariana. "Sí, lo es, pero a veces hace un paréntesis y come pescado", explica el corredor. "¿Si mi hijo será vegetariano? Me gustaría que lo fuera, pero hará lo que él considere. Ser vegetariano no puede ser una obligación", sostiene.
Retirar de la mesa de un ciclista la carne y el pescado supone, claro, un déficit de proteínas y aminoácidos para el organismo, el de un deportista de elite, que precisa de ellos para regenerarse después del esfuerzo; aunque ello, al menos ningún nutricionista se atreve a aseverarlo, no supone un obstáculo insalvable para que un deportista rinda al máximo nivel. "Yo suplo esas carencias con otros productos, como los frutos secos. Ser vegetariano no es un problema, de veras, aunque cuando los miembros del equipo lo supieron me miraron extrañados. Me decían que no sabía lo que me perdía, y yo les respondía que no me pierdo nada porque no me gusta", explica el holandés, quien apunta que no conoce a otro ciclista vegetariano en el pelotón.
Quizá lo haya, pero lo que es seguro es que ninguno pedalea también con la pecularidad de tener un solo riñón. A Tjallingii le tuvieron que extirpar el otro cuando tenía dos años y medio y los médicos lograron localizar a tiempo un tumor. "Vivo sin ningún problema, pero tengo que tener algo de cuidado y beber más de lo normal", dice el holandés, un deportista mutante. Lo explica.