¿Su horno le quema las cosas que mete dentro aunque le ponga protector solar?. ¿Le deja lo de fuera más quemado que el palo de un churrero y lo de dentro más crudo que el petróleo?. ¿Cansado de rascar hojaldres y otras masas y que nunca le toque el premio, por más que se queje a la señora que hay detrás de la ventanilla de las quinielas?. ¿Esas masas supervivientes al crematorio que tanto suben se le deprimen repentinamente cuando entran en contacto con la atmósfera exterior que hay más allá de la puerta de su horno?.
Le presentamos en exclusiva para usted y todos esos seres queridos (o no), que puedan ser potenciales comensales de las cosas que haga, ¡la increíble manera de aprovechar los restos de la leche de avena para hacer algo comestible que no sean galletas que se unen en el horno porque se aman las unas a las otras poniéndolo en moldes de magdalenas que disfrutan de una sauna en la vaporera!
Y de regalo, si abre la tapa de la cacerola cuando aún no ha terminado del todo y se queda ahí plantado se le abrirán los poros de la cara, ¡corra hacia el baño y hágase un "pilin" facial, son todo ventajas!
Ha llegado la era de la liberación del horno, ¡horno feo, horno malo, horno lejos!
(Ahora a ver cómo te las arreglas para hacer galletas, Mandarinas...)
Os diré que estas magdalenas son saladas, para hacerlas basta con que se te caiga el especiero todo abierto sobre los restos de hacer leche de avena, lo que viene siendo cocina gravitatoria, y añadirle copos de avena como si fuese confeti mientras dices: ¡vivan los novios!, ¡vivaaaaan!, y esas cosas que se le ponen para que suba como bicarbonato sádico, (Mandarinas, has escrito sádico...¿ah, si?, entonces hay que mirar si en el paquete especifica o no que tenga un perfil psicopático), con un contraste ácido (limón o vinagre), o echarle piropos y darle mimitos, igual así sube también.
Estás dos últimas fotos fueron realizadas con las sobras de un papel de regalo de estilo sarmaleicense.